La nueva ambulancia Rambler Clasic, había sido robada de una funeraria de Lanus. En la puta vida habíamos manejado un auto tan moderno. Solo el taxi Di Tella, que teníamos con los muchachos con la que pagamos la diaria turnándonos apenas para la factura y el mate. Teníamos que conseguir dinamita. Lo habían pedido los muchachos de la Resistencia de 3 de Febrero, y depues me entere, por eso nos putearon, que no debíamos robar el auto en Lanus. ¿Porque robamos una ambulancia? Al petiso, que tenia el cuñado taquero por Olavarria, se le ocurrió entrar en una calera y sacar la dinamita de ahí. Jamás en la vida manipuleamos dinamita, pero el vidriero nos dijo si, que el en la colimba le había tocado en un batallón de ingenieros y había colaborado con el armado. El vidriero, se quedo dormido, teníamos que hacer rápido las cosas, porque había que ir y volver con la ambulancia a Olavarrîa. Encender la licuadora y solo rajar si otra licuadora y no de color blanco nos seguía. El petiso traía una ametralladora Halcón, me dio una Browing empavonada casi de violeta, del año de jopo y que era calibre 7,65mm, al vidriero que estaba en exquisito le dio una Llama Gabilondo símil 1911 niquelada con cachas blancas, toda una alcahuetería. Cuando Entramos en la funeraria de la Calle Pavón, nadie dijo nada y nos llevamos el coche carpiendo, enseguida enfilamos para Plaza Constitución, por el puente de la Calle Ituzaingo para agarrar Av. San Martín y Ruta 3. Parecía de locos, todos los puestos policiales los pasábamos nosotros. Mas allá Monte aflojaron los camiones pero dejamos de escuchar la radio y en el silencio de la noche no podíamos ni hablar en el afán de llegar. Casi nos matamos en la Curva del Cementerio de Las Flores y luego pasamos Azul y el desvío a Olavarria. Todo bien. Llegamos a la Cantera, el petiso dejo la metra en la ambulancia y bajo, hablo con el sereno y lo mas campante trajo un paquete a paquete un total de cuatro. Abrió la puerta de atrás y lo puso suelto sobre la camilla. Volvimos rápidamente por la ruta, esta vez sin fumar. Me rechifle, dije que me meaba encima. El petiso paro. Pero era para fumar. Me cago a gritos pero fume cinco o seis bocanadas. No se si tenia miedo o ansiedad de que terminara todo. Era todo tan fácil. Llegamos a Buenos Aires, y tal cual estaba arreglado dejamos el auto en las cercanías del teatro Roma de Avellaneda, por ahí lo pasarían a buscar. Nos fuimos. Tomamos el Expreso Buenos Aires hasta La Plata. Era más grande el cagazo del petiso con la Halcón bajo el sobretodo en el Expreso, que durante todo el viaje. Llegamos a Plaza Italia. Ya casi amanecía y había que fichar en la fábrica. Le devolví la pistola y me fui para casa el tiempo justo como para llegar a la estación y tomar el tren hasta Berazategui. Trabajaba en Rigoleaux. Jamás volvimos hablar con el petiso y el vidriero de lo que paso esa noche. El petiso era el delegado en la fábrica. Pocos días después vimos en los titulares del diario los atentados dinamiteros en las bocas del subte de Buenos Aires. A mí al menos me corrió un escalofrío. Un día se lo conté al petiso, cuando nos vimos en un recreo en Sierra Chicha durante el tiempo que estuvimos presos.
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1 comentario:
Emocionante relato, te invito a recorrer www.resistenciaperonista.blogspot.com y a sumarte con historias como esta.
Un abrazo peronista.
Vasca
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