QUE DECIA UN MONTONERO REPRESENTANTE DE LAS LIGAS AGRARIAS DE CHACO DE LOS PERONISTAS Y DE LA FAA.
Un reportaje de Mona Moncalvillo a Osvaldo Lovey
14. Entrevista a Osvaldo Lovey
escrito por Mona Moncalvillo
LA HORA DE LA LIBERTAD
A principios de 1985 Osvaldo Lovey, dirigente agrario, fue detenido por orden del juez federal Dr. Miguel Pons y acusado de "asociación ilícita", por su presunta participación en la llamada "conferencia de prensa en Roma" –realizada en 1977 por los montoneros– y por, supuestamente haber publicado dos notas en la revista Vencer, de idéntica conducción. Por ese entonces Lovey, 39 años, casado, cuatro hijos, trataba de salvar su vida de la persecución de la dictadura militar, que hasta puso precio a su cabeza, amparado por los campesinos chaqueños que dieron pruebas concretas de solidaridad para el creador de las Ligas Agrarias. Así pudo salir del país recién en octubre de 1978.
Regresó en enero de 1984, previa presentación de hábeas corpus, tras certificar que sobre él no había ninguna causa pendiente con la justicia y se instaló en su pueblo natal, Machagai, con toda su familia. Por el verano del '85, una patrulla integrada por cinco vehículos, sin patente, y numerosos armados, lo detuvo, llevándolo a Resistencia y luego a Buenos Aires, a la cárcel de Villa Devoto, donde permanece.
Este dirigente popular siempre tuvo una militancia sindical pública, oficial y legal. Hubo numerosos testigos que confirmaron la permanencia de Lovey en el Chaco, y no en Roma, cuando esa conferencia. Sin embargo, sigue en la cárcel. ¿Por qué? ¿Qué se esconde detrás de esta detención...? La justicia tiene que dar la necesaria respuesta que todos estamos esperando: Lovey debe recuperar su libertad.
M. M.
–¿Has encontrado respuesta a tu detención, que ya lleva 18 meses y fue tan sorpresiva?
–Bueno... yo esperaba, al igual que muchos argentinos, que el gobierno constitucional subsanara de la mejor manera tanta persecución política injusta que tantos hemos sufrido por parte de la dictadura militar, y no la cárcel a través de una causa eminentemente política. Aún no encuentro respuesta lógica; más bien, esto tiene olor a revancha...
–¿Por qué te procesan y acusan del supuesto delito de "asociación ilícita"?
–Me acusan de participar en una reunión en Roma, abril de 1977, en donde, supuestamente, se habría organizado el Movimiento Peronista Montonero, sin contar con ninguna prueba que demuestre mi presencia allí. O sea, en base a meras presunciones... Por otra parte, era de público conocimiento que en esa fecha yo estaba escondido en el interior del Chaco y que las fuerzas de seguridad me buscaban en esa provincia. Hemos presentado testigos en la causa, asegurando que yo estaba allí, en el Chaco. Hubo algunas revistas y panfletos en los que apareció mi nombre mencionado en una lista de personas como supuestos integrantes de dicho movimiento, cosa que he negado categóricamente ante el juez.
–Tenés 39 años y 21 de militancia reivindicando los derechos del trabajador del agro. ¿Cómo fueron esos años de lucha y trabajo y cuáles las conquistas?
–Mirá... trabajé en la chacra de mis padres desde los catorce años, cuando terminé la escuela primaria. Teníamos una explotación agrícola mediana, de 80 hectáreas; en esos tiempos el cultivo principal y casi excluyente era el algodón. Mi hermano mayor continuó estudiando y los que me seguían a mí eran chicos; es así que entre mi padre y yo trabajábamos toda la chacra, con un tractor agricolera de 50 Hp., realmente, con muy escasos medios técnicos y mucho menos apoyo oficial. Nuestra chacra está a cincuenta kilómetros al norte del pueblo cabecera del departamento, Machagai. Era muy dura la vida en el campo y a menudo se veía agravada por contingencias climáticas, como las inundaciones del '66/67. Muchas colonias quedaron totalmente aisladas por las aguas... Nosotros teníamos que hacer 110 km., con tractor y acoplado, para sacar la producción de todos los vecinos hasta Machagai... La producción de algodón, en gran parte, se perdió bajo las aguas y de lo poco que quedó, el precio que nos pagaban era tan magro que no cubría el costo de recolección, de manera que muchos prefirieron dejar que se quemara en la planta. Se produjo una gran crisis económica y la situación de los pequeños y medianos productores se tornó, en muchos casos, desesperante. Sin poder pagar sus deudas, sin medios para volver a sembrar... Los años siguientes no fueron mejores; se empezó a poner bandera de remate a las herramientas de trabajo y a las chacras de los colonos. Los desalojos compulsivos se generalizaban y así, sin que nadie hiciera nada para revertir esta penosa situación, se inició la desgraciada caravana del éxodo... Había que ver las estaciones de tren de todos los pueblos del Chaco, abarrotadas de gente... Buenos Aires era la meta, con la esperanza de encontrar un trabajo digno, y la gran incertidumbre por lo desconocido. Se calcula que para 1968 ya eran más de 200 mil los chaqueños que emigraron de la provincia, en su gran mayoría jóvenes con conocimientos de la actividad agropecuaria...
–¿Por esa época comenzás tu militancia?
–Sí, como tantos otros jóvenes me inicié en los grupos rurales de la Acción Católica, los que sin ser grupos religiosos, pero sí con una orientación cristiana, agrupaban a la juventud agraria de las colonias, desplegando una actividad muy dinámica, que abarcaba desde las actividades recreativas hasta el abordaje de los problemas técnicos del campo y el análisis permanente de la problemática económica y social. Organizábamos cursos de capacitación, pero no enfrentamos un dilema. Los jóvenes más capaces, después de cada curso, inexorablemente, preparaban la valija y se venían para Buenos Aires... Esto nos fue llevando al convencimiento de que había que hacer algo para frenar el éxodo poblacional. Se trataba de un emprendimiento de carácter gremial y de conjunto. El surgimiento de las Ligas Agrarias fue producto de esa necesidad y del empuje de las juventudes agrarias, nucleamiento que se concretó con la unidad de los grupos rurales católicos y los centros Juveniles Cooperativistas de UCAL. En una asamblea general de delegados de centros juveniles, se tomó la determinación de organizar la primera marcha hacia Resistencia, para respaldar un memorial de reivindicaciones que fuera elevado al gobierno, por todas las entidades de la provincia, incluidas las cooperativas y la Federación Agraria Argentina. Más de tres mil agricultores, provenientes de todos los rincones de la provincia, engrosaron una caravana que recorrió los 170 km. que separan a Sáenz Peña de la capital provincial. Esa marcha significó el despertar del campo chaqueño. Fue la marcha de la esperanza... Aunque hasta ese momento no sabíamos cómo nos debíamos organizar, se puede decir que allí nacieron las Ligas Agrarias. Ese fue el puntapié inicial de un fenómeno organizativo que, en poco tiempo, se habría de convertir en el más grande movimiento gremial de la historia de toda la región del noreste argentino.
–¿Cuál fue el papel que desempeñó el obispo de Sáenz Peña, monseñor Distéfano en las Ligas Agrarias?
–Esos años yo trabajé muy cerca del obispo, porque el Movimiento Rural tenía su oficina en el obispado de Sáenz Peña y monseñor Distéfano en su permanente recorrer la provincia, además de conocer a fondo la problemática, compartía con todos nosotros ese deseo de hacer algo que nos ayudase a organizarnos. Por otra parte, la gente descreída por tantas promesas incumplidas, por tantos engaños, encontró en el obispo la carta de garantía mínima que necesitaba para no ser nuevamente utilizada. Distéfano no vaciló en ponerse al lado de los agricultores. Fue muy importante en los primeros pasos su acompañamiento. Posteriormente, cuando él vio que las Ligas tomaban forma organizativa y los agricultores estábamos en condiciones de caminar solos, fue retomando su rol fundamental de obispo, aunque siempre acompañó a la gente en esa lucha por sus reivindicaciones.
–¿Cuáles fueron las conquistas de las Ligas Agrarias?
Son muchas... Podemos destacar, entre las más importantes, que terminamos con los desalojos; logramos con nuestra lucha que las herramientas de trabajo sean declaradas inembargables; se recuperó el crédito de fomento a la producción; frenamos el éxodo rural y duplicamos el número de asociados a nuestras cooperativas, las que en esos años aumentaron su número y desplegaron un importante crecimiento en la industrialización del algodón. Podríamos enumerar una larga lista de conquistas importantes, para el sector y para la economía de la región en su conjunto, pero creo que lo más valioso de las conquistas es haber recuperado nuestra propia dignidad de ser campesinos, condición tan degradada y despreciada por las mentalidades colonialistas. Ya no teníamos que entrar al banco con la cabeza gacha y el sombrero en la mano, como para pedir limosnas... Nos sentíamos protagonistas de nuestro propio destino, porque las Ligas Agrarias eran una herramienta de participación. Por eso la juventud volvió a tener confianza y se quedó en el campo...
–¿Las Ligas Agrarias siempre trabajaron en forma pública y legal?
–En todo momento. Surgieron como un movimiento transparente que tomaba todas sus decisiones en asambleas donde participaba toda la familia. Porque en el campo toda la familia participa del trabajo y también lo debe hacer en las decisiones. Corrobora esta afirmación el hecho de que el mismo general Lanusse, siendo presidente, concurrió a una concentración agraria, invitado por las Ligas de Sáenz Peña. Posteriormente, a partir de 1973, participamos activamente en la Comisión Nacional de Política Concertada y, en las distintas provincias, en los organismos institucionales correspondientes a la elaboración de las políticas agropecuarias. Ya en un régimen democrático, cumplimos con todos los requisitos legales a los fines de obtener la personería jurídica.
–¿Siempre fuiste peronista?
–Yo soy de cuna peronista... Mi padre fue concejal municipal por el peronismo en 1973 y conservo el recuerdo de mi infancia , cuando los vecinos de la colonia se reunían en la escuela para escuchar los discursos de Perón, porque el director era el único que tenía radio... Sin embargo, mi militancia la realicé enteramente como dirigente gremial agrario, con total prescindencia partidista. En las Ligas Agrarias manteníamos este principio como garantía de unidad entre todos los agricultores; y yo, en mi carácter de secretario general, he tratado en todo momento de predicar con el ejemplo, aunque creo firmemente que, más allá del color de la camiseta, y desde mi puesto de lucha, contribuí a la organización popular y a la causa por la liberación nacional, que son los postulados fundamentales del peronismo.
–¿Cuál fue la reacción de la oligarquía agro–ganadera frente al crecimiento de los Movimientos Agrarios de Base?
–El derecho a la tierra es una de las banderas fundamentales de las Ligas Agrarias. En consecuencia, chocamos con los privilegios de los grandes terratenientes. Es una realidad histórica que en nuestro país, y también en el noreste argentino, cinco por ciento de las grandes propiedades monopolizan alrededor del 75 por ciento de la tierra productiva, mientras que grandes masas de pequeños productores son condenados a producir en minifundios y, en buen porcentaje, en tierras ajenas, como arrendatarios. Estos sectores terratenientes son los responsables del estancamiento productivo y de nuestra dependencia externa, porque usan la tierra como instrumento de especulación. Por eso nosotros fuimos, y somos, fervientes promotores de la aplicación del impuesto a la renta normal potencial de la tierra como impuesto único, para premiar al que produce y castigar al que especula, con los campos improductivos. Similares reacciones provenían de los grupos monopólicos algodoneros de Bunge y Born, Alpargatas, Fibramalva y otros, porque veían en el fortalecimiento del Movimiento Cooperativo Agrario un serio obstáculo que no les permitía el acopio de la materia prima a precios irrisorios, como acostumbraron toda la vida. A esta altura de las cosas, los agricultores del Chaco no tenemos ninguna duda que estas fueron las razones de tan despiadada represión a las Ligas, a partir del golpe de estado de 1976. Para retrotraer la situación a los años de la dependencia, era preciso aniquilar a nuestro movimiento gremial; y los resultados están a la vista... Las cooperativas, ya indefensas, fueron arrasadas al borde de la quiebra. El crecimiento industrial desarrollado en esos años se perdió totalmente. Los productores fueron despojados de sus bienes, en muchos casos se les embargó la chacra; el interior de la provincia sufrió una nueva despoblación de más de la mitad de sus habitantes. Sin embargo, esos monopolios crecieron... Instalaron nuevas plantas textiles en el Chaco, Norte de Santa Fe, Corrientes, Formosa, La Rioja y, nuevamente, son los amos del oro blanco, controlando a su antojo la comercialización interna y externa del textil.
–Por abril de 1975 te detuvieron, también por "asociación ilícita". ¿Cómo fue eso?
–En aquel momento ya se me pretendió vincular con los montoneros, como pretexto para reprimir el accionar de las Ligas Agrarias. Así lo entendió el campesinado, los dirigentes cooperativistas y dirigentes políticos, quienes en ese momento se movilizaron para denunciar esa maniobra. Recuperé la libertad, por falta de méritos, a los tres meses...
–¿Qué pasó con vos a partir de la llegada de la dictadura, en el '76?
–A partir del golpe de estado, las Ligas Agrarias fueron acusadas directamente de subversivas y, en forma desembozada, se desató una feroz represión sobre los agricultores. Hubo centenares de delegados presos y torturados, algunos fueron asesinados, y otros están desaparecidos. Algunos dirigentes, como yo, teníamos condena de muerte... Yo era consciente de que si me agarraban me mataban. No tenía alternativa. Todos los agricultores del Chaco lo sabían y por eso me ayudaron a ocultarme. Gracias a esa solidaridad pude conservar la vida...
–¿Cómo operaban los represores y qué pasó con tu familia?
–Llegaban a las casas de noche, en camionetas, de civil, golpeaban a toda la familia, saqueaban y se llevaban a los hombres, a veces también a las mujeres... Los torturaban salvajemente, tratando de arrancarles información sobre nuestro paradero. Después eran abandonados en cualquier lugar, medio moribundos. Algunos no volvían a aparecer nunca más... Fui testigo presencial, en muchos casos, de estos atropellos. Mi padre y uno de mis hermanos estuvieron detenidos un año, sin que les preguntaran nada, sólo por represalia. Tengo un tío que está desaparecido por la misma razón. Mi casa en el campo, mientras mi madre estaba sola, fue allanada varias veces para amedrentar a la gente de la colonia. Pero la represión fue sólo la primera fase de un plan perfectamente orquestado y se explica por lo que vino después, con las medidas de política económica. El objetivo central estaba puesto en la recuperación de los medios de producción por parte de los grupos privilegiados. Con algún pretexto debían eliminar toda oposición organizada, para poder aplicar, sin problemas, las medidas económicas que finalmente dejaron la provincia en ruinas, la deuda más grande del país, la estructura productiva aniquilada y desarmado el movimiento cooperativo...
–¿Ofrecían recompensa por tu captura?
–Es cierto. Ofrecían recompensa en dinero a toda persona que diera información sobre mi paradero... Volanteaban con helicópteros en las colonias y empapelaron todos los lugares públicos con mi fotografía y la leyenda "Buscado por subversivo".
–¿Cómo pudiste salir del país?
–Era extremadamente peligroso moverme, porque era muy conocido en toda la región. Tampoco podía mostrar los documentos, porque tenía captura recomendada... Por esa razón no salí antes del país. Me quedé escondido en el Chaco hasta fines del '78, con la esperanza de que en algún momento esa persecución terminara, pero no fue así. Se intensificaba cada vez más. Tuve que salir del país eludiendo los controles fronterizos. Y lo pude hacer gracias al apoyo de mucha gente que, más de una vez, arriesgó su vida para que pudiera lograr ese objetivo.
–¿Qué hiciste en tus cinco años de exilio?
–Primero, quiero destacar y agradecer la inmensa solidaridad y el apoyo que recibí de tantas instituciones de distintas partes del mundo y, particularmente, de las entidades agrarias latinoamericanas. Todo el tiempo que duró mi forzado exilio, apoyado por estas importantes relaciones, me dediqué enteramente a difundir la situación por la que atravesaban los campesinos argentinos. Al mismo tiempo, promovimos la gestión de innumerables proyectos de asistencia económica, para apoyar en la Argentina a las organizaciones agrarias en sus distintas manifestaciones. Se promovieron fuentes de trabajo, se organizaron cooperativas de trabajo y producción, se realizaron programas de agua potable para zonas áridas y se apoyó con ayuda concreta, a los familiares de los presos y desaparecidos del sector agrario. Gracias a esta solidaridad obtenida, conseguimos fondos que luego se canalizaron en la reorganización de las entidades agrarias de base de Misiones y de Formosa, que ya son hoy una realidad. Por otra parte, tuve oportunidad de participar en distintos encuentros latinoamericanos, junto a mis compañeros dirigentes agrarios de los países hermanos, en los que intercambiábamos opiniones sobre la situación en toda América Latina.
–Tras consultar si pesaba alguna causa pendiente sobre tu persona y habiendo recibido respuesta negativa, regresaste. ¿Cómo te reinsertaste en tu trabajo?
–Lo primero que hice al volver al Chaco fue entrevistarme con las autoridades electas. Mantuve reuniones con el presidente de la Cámara de Diputados y con el ministro de Gobierno, a quienes les manifesté las inquietudes que acompañaban mi retorno a la provincia y recibí de ellos las más cálidas manifestaciones de solidaridad y de apoyo. Inmediatamente me radiqué en Machagai con mi familia, mi mujer y cuatro hijos. Con grandes esfuerzos, de todo tipo, reinicié las actividades agrícolas en la misma explotación de mis padres y mis hermanos. Me asocié a la cooperativa y me inscribí en un plan de colonización que la provincia ponía en marcha, sobre un área de reservas cercanas a Pampa del Indio. Posteriormente, tuve oportunidad de participar en el Congreso Regional de la F.A.A. y en una concentración de agricultores que se hizo en Charata, por los problemas de la cosecha girasolera. Esos encuentros fueron propicios para el reencuentro con los dirigentes de mi sector y con gran cantidad de agricultores, antiguos compañeros de lucha. Te puedo asegurar fue muy emocionante. Hubo efusivos abrazos, risas de alegría y también muchas lágrimas de emoción y de añoranza por las cosas lindas del pasado...
–¿El trabajo en las Ligas Agrarias se ha desactivado?
–Como te decía, la represión dictatorial desarticuló totalmente la organización agraria. Pero, evidentemente, no pudo borrar de la memoria de los pequeños y medianos productores la conciencia adquirida con las Ligas Agrarias. La permanencia de los problemas, mucho más agravados por la política de Martínez de Hoz, hacen que los programas reivindicativos que sosteníamos en esos años, recobren plena vigencia. Estos elementos, sumados a la clara convicción de los agricultores de que la represión no se dio por eventuales errores cometidos, sino, precisamente, por los aciertos al defender los legítimos derechos de los productores y de la juventud agraria, creó las condiciones favorables para la reorganización del sector. En algunas provincias esto ya es una realidad, y en otras es un proceso en marcha. Tampoco se puede pensar en una repetición mecánica de aquella experiencia, porque hay condiciones estructurales diferentes. Pero lo que rescatamos como vigente es esa historia de lucha, es la necesidad de la organización como expresión de la solidaridad y herramienta de participación. Rescatamos al movimiento cooperativo y la necesidad de su reactivación, aunque creemos que los nuevos tiempos nos imponen necesarios cambios en el terreno concreto. Lo que finalmente se haga, deberá ser el producto de la discusión con la participación de los verdaderos protagonistas, que son los hombres y mujeres que producen las riquezas básicas de nuestra región.
–¿Cuáles son las pruebas concretas que se presentaron en tu contra?
–No existe ninguna prueba concreta en mi contra. sólo hay panfletos, de dudosa procedencia, que me mencionan como miembro del movimiento montonero; también en la revista Vencer aparece mi nombre integrando esa lista. En esa publicación hay dos trabajos de análisis sobre la problemática del sector agrario en la Argentina, y un informe de los servicios de inteligencia de la dictadura, que tampoco hace acusación concreta contra mí de ningún delito. Si estos elementos se utilizaron como sospecha para dictar mi prisión preventiva, a esta altura del proceso no han presentado ninguna prueba que confirme esas sospechas.
–¿Nunca escribiste en Vencer?
–Yo no escribí para esa revista, tampoco la conocía. Esos trabajos de análisis que te decía los escribí, como tantos otros materiales que difundía en el exterior entre las múltiples instituciones amigas, y también a menudo enviaba por correo al interior del país. El contenido de esos artículos no reviste carácter delictivo y esto está reconocido por el juez. El hecho que hayan sido publicados en una revista, o en cualquier medio periodístico, no es de mi responsabilidad, ni debe suponer mi vinculación política con ese medio.
–Queda claro entonces que con montoneros no tuviste nada que ver...
–No pertenecí a ese movimiento y así lo declaré ante el juez. En 1975 ya fui investigado por asociación ilícita y sobreseído. Sin embargo, esto no fue impedimento para que, desde allí, me sigan acusando. Tal vez como pretexto para justificar mi persecución política y la represión a las Ligas Agrarias.
–¿Qué pasa con la justicia?
–Dista mucho de ser imparcial, y me atengo a las evidencias más elocuentes... Mientras a mí se me encarcela por una causa política, sin acusarme de la comisión de ningún delito en concreto, al capitán Astiz, símbolo aberrante de la represión ilegal que se ejerció en la ESMA, lo declaran inocente. A pesar de que el mundo entero sabe que él es culpable de la muerte de las monjas francesas. Y el caso más reciente es el de Guglielmineti...
–Emilio Mignone, presidente del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), por mayo del '85 dijo que "el aumento del número de presos políticos, como Lovey, podría servir a una supuesta campaña gubernamental, buscando implementar una amplia ley de amnistía, tras el juicio a los ex comandantes del proceso militar. ¿Compartís esa opinión?
–La intención de amnistiar a los militares comprometidos con el terrorismo de Estado, siempre estuvo flotando... y hubo algunos intentos de ciertos sectores del gobierno para lograr este objetivo. De hecho, las instrucciones impartidas por el P.E. a los fiscales militares, son una forma de amnistía encubierta. Los presos políticos están siendo utilizados como justificativo de esa represión ilegal, con la teoría de los dos demonios sustentada por el gobierno. Da la impresión que a eso apuntó mi detención, al igual que los pedidos de captura de alrededor de cuarenta personas que hoy no pueden retornar al país. Y el caso más evidente, es el de los presos políticos heredados de la dictadura militar que, en esa época, fueron condenados en juicios aberrantes en base a supuestas declaraciones que les hicieron firmar, bajo el tormento de la tortura, a muchos de ellos en los campos de concentración. Desde 1983 vienen reclamando, con todo derecho, que la justicia disponga una profunda revisión de sus causas; es lo mínimo que se puede pedir. La democracia les da el derecho a un juicio justo que la dictadura les negó y, sin embargo, hasta el presente no han logrado nada...
–¿Pudiste haber sido uno de los masacrados en Margarita Belén?
–La masacre de Margarita Belén fue un asesinato masivo perpetrado por los militares en el Chaco. Sobre la ruta once, camino a Formosa, mataron a alrededor de quince personas que fueron sacadas de la cárcel y otros que estaban desaparecidos, y pretendieron hacer creer que se trató de un ataque guerrillero... Cosa que nadie creyó. En diciembre de este año se cumple el décimo aniversario de esa masacre, sin que todavía se haya procesado a ninguno de los responsables. No me cabe duda que yo, de haber estado detenido en ese momento, pude haber sido uno de los que allí se asesinaron...
–¿De qué sectores has recibido apoyo en tu situación actual?
–En la provincia del Chaco he recibido el apoyo de, prácticamente, todos los sectores sindicales, agrarios y de la mayoría de los partidos políticos. A nivel nacional, recibí el apoyo de las máximas figuras de la CGT y de la Federación Agraria, cuyo presidente Humberto Volando, se ofreció voluntariamente para testimoniar en la causa, y me acaba de hacer una visita aquí al penal de Villa Devoto. Cuento con el apoyo de distintos sectores peronistas, especialmente del Peronismo Renovador y de otros partidos. También de legisladores de la mayoría de las bancadas y, por supuesto, de todos los organismos de derechos humanos. Son innumerables, también, las cartas de solidaridad que he recibido desde países latinoamericanos y de Europa, de dirigentes, sacerdotes e instituciones que reclamaron en su momento por mi libertad...
–¿Cómo vive tu familia esta situación?
–Sufren, como si también estuviesen presos, o más aún... Con grandes problemas económicos, pero con una gran entereza moral... Las permanentes muestras de afecto y solidaridad de la gente nos ayuda a mantener el espíritu y renueva nuestro compromiso para con ellos. Mi mujer vive en Machagai con los cuatro chicos y trabaja de maestra en una escuela rural en una colonia aborigen, a unos diez kilómetros al sur del pueblo. Realmente, es ella la que lleva la carga más pesada de esta situación, y los chicos sufren las consecuencias de la disgregación familiar.
–¿Te considerás un rehén político?
–Me considero un militante popular que sufre persecución política por haber consagrado los mejores años de mi juventud a la lucha por la defensa de los intereses y a la dignidad de mis hermanos agricultores, históricamente postergados. Por tratar de ser consecuente con ellos, cometí el "delito" de enfrentar la subversión dictatorial. No me sometí a sus arbitrariedades, ni colaboré en su política de destrucción nacional. Yo sé que a los sostenedores de la teoría de lo posible, esta actitud, que muchos argentinos adoptamos, les parecerá quijotesca y hasta absurda. Prefiero hablar con mis hijos de la historia reciente, sin remordimientos y con la conciencia tranquila. Si habremos de construir una nueva república, no podremos hacerlo sobre el ejemplo de aquellos que contribuyeron a consolidar la dependencia, sino sobre el recuerdo de nuestros mártires. Aquellos que a lo largo de la historia lucharon por la liberación de nuestros pueblos latinoamericanos...
–¿Cómo terminará todo esto?
–Espero que se haga justicia, porque de ese modo podré recuperar mi libertad y reincorporarme a mi pueblo chaqueño, para hacer, junto con ellos, mi modesto aporte a la consolidación de esta democracia que tanto nos ha costado conseguir y a la reconstrucción de nuestra tan vapuleada provincia.
Revista Unidos nº 11/22 de Octubre de 1986
Un reportaje de Mona Moncalvillo a Osvaldo Lovey
14. Entrevista a Osvaldo Lovey
escrito por Mona Moncalvillo
LA HORA DE LA LIBERTAD
A principios de 1985 Osvaldo Lovey, dirigente agrario, fue detenido por orden del juez federal Dr. Miguel Pons y acusado de "asociación ilícita", por su presunta participación en la llamada "conferencia de prensa en Roma" –realizada en 1977 por los montoneros– y por, supuestamente haber publicado dos notas en la revista Vencer, de idéntica conducción. Por ese entonces Lovey, 39 años, casado, cuatro hijos, trataba de salvar su vida de la persecución de la dictadura militar, que hasta puso precio a su cabeza, amparado por los campesinos chaqueños que dieron pruebas concretas de solidaridad para el creador de las Ligas Agrarias. Así pudo salir del país recién en octubre de 1978.
Regresó en enero de 1984, previa presentación de hábeas corpus, tras certificar que sobre él no había ninguna causa pendiente con la justicia y se instaló en su pueblo natal, Machagai, con toda su familia. Por el verano del '85, una patrulla integrada por cinco vehículos, sin patente, y numerosos armados, lo detuvo, llevándolo a Resistencia y luego a Buenos Aires, a la cárcel de Villa Devoto, donde permanece.
Este dirigente popular siempre tuvo una militancia sindical pública, oficial y legal. Hubo numerosos testigos que confirmaron la permanencia de Lovey en el Chaco, y no en Roma, cuando esa conferencia. Sin embargo, sigue en la cárcel. ¿Por qué? ¿Qué se esconde detrás de esta detención...? La justicia tiene que dar la necesaria respuesta que todos estamos esperando: Lovey debe recuperar su libertad.
M. M.
–¿Has encontrado respuesta a tu detención, que ya lleva 18 meses y fue tan sorpresiva?
–Bueno... yo esperaba, al igual que muchos argentinos, que el gobierno constitucional subsanara de la mejor manera tanta persecución política injusta que tantos hemos sufrido por parte de la dictadura militar, y no la cárcel a través de una causa eminentemente política. Aún no encuentro respuesta lógica; más bien, esto tiene olor a revancha...
–¿Por qué te procesan y acusan del supuesto delito de "asociación ilícita"?
–Me acusan de participar en una reunión en Roma, abril de 1977, en donde, supuestamente, se habría organizado el Movimiento Peronista Montonero, sin contar con ninguna prueba que demuestre mi presencia allí. O sea, en base a meras presunciones... Por otra parte, era de público conocimiento que en esa fecha yo estaba escondido en el interior del Chaco y que las fuerzas de seguridad me buscaban en esa provincia. Hemos presentado testigos en la causa, asegurando que yo estaba allí, en el Chaco. Hubo algunas revistas y panfletos en los que apareció mi nombre mencionado en una lista de personas como supuestos integrantes de dicho movimiento, cosa que he negado categóricamente ante el juez.
–Tenés 39 años y 21 de militancia reivindicando los derechos del trabajador del agro. ¿Cómo fueron esos años de lucha y trabajo y cuáles las conquistas?
–Mirá... trabajé en la chacra de mis padres desde los catorce años, cuando terminé la escuela primaria. Teníamos una explotación agrícola mediana, de 80 hectáreas; en esos tiempos el cultivo principal y casi excluyente era el algodón. Mi hermano mayor continuó estudiando y los que me seguían a mí eran chicos; es así que entre mi padre y yo trabajábamos toda la chacra, con un tractor agricolera de 50 Hp., realmente, con muy escasos medios técnicos y mucho menos apoyo oficial. Nuestra chacra está a cincuenta kilómetros al norte del pueblo cabecera del departamento, Machagai. Era muy dura la vida en el campo y a menudo se veía agravada por contingencias climáticas, como las inundaciones del '66/67. Muchas colonias quedaron totalmente aisladas por las aguas... Nosotros teníamos que hacer 110 km., con tractor y acoplado, para sacar la producción de todos los vecinos hasta Machagai... La producción de algodón, en gran parte, se perdió bajo las aguas y de lo poco que quedó, el precio que nos pagaban era tan magro que no cubría el costo de recolección, de manera que muchos prefirieron dejar que se quemara en la planta. Se produjo una gran crisis económica y la situación de los pequeños y medianos productores se tornó, en muchos casos, desesperante. Sin poder pagar sus deudas, sin medios para volver a sembrar... Los años siguientes no fueron mejores; se empezó a poner bandera de remate a las herramientas de trabajo y a las chacras de los colonos. Los desalojos compulsivos se generalizaban y así, sin que nadie hiciera nada para revertir esta penosa situación, se inició la desgraciada caravana del éxodo... Había que ver las estaciones de tren de todos los pueblos del Chaco, abarrotadas de gente... Buenos Aires era la meta, con la esperanza de encontrar un trabajo digno, y la gran incertidumbre por lo desconocido. Se calcula que para 1968 ya eran más de 200 mil los chaqueños que emigraron de la provincia, en su gran mayoría jóvenes con conocimientos de la actividad agropecuaria...
–¿Por esa época comenzás tu militancia?
–Sí, como tantos otros jóvenes me inicié en los grupos rurales de la Acción Católica, los que sin ser grupos religiosos, pero sí con una orientación cristiana, agrupaban a la juventud agraria de las colonias, desplegando una actividad muy dinámica, que abarcaba desde las actividades recreativas hasta el abordaje de los problemas técnicos del campo y el análisis permanente de la problemática económica y social. Organizábamos cursos de capacitación, pero no enfrentamos un dilema. Los jóvenes más capaces, después de cada curso, inexorablemente, preparaban la valija y se venían para Buenos Aires... Esto nos fue llevando al convencimiento de que había que hacer algo para frenar el éxodo poblacional. Se trataba de un emprendimiento de carácter gremial y de conjunto. El surgimiento de las Ligas Agrarias fue producto de esa necesidad y del empuje de las juventudes agrarias, nucleamiento que se concretó con la unidad de los grupos rurales católicos y los centros Juveniles Cooperativistas de UCAL. En una asamblea general de delegados de centros juveniles, se tomó la determinación de organizar la primera marcha hacia Resistencia, para respaldar un memorial de reivindicaciones que fuera elevado al gobierno, por todas las entidades de la provincia, incluidas las cooperativas y la Federación Agraria Argentina. Más de tres mil agricultores, provenientes de todos los rincones de la provincia, engrosaron una caravana que recorrió los 170 km. que separan a Sáenz Peña de la capital provincial. Esa marcha significó el despertar del campo chaqueño. Fue la marcha de la esperanza... Aunque hasta ese momento no sabíamos cómo nos debíamos organizar, se puede decir que allí nacieron las Ligas Agrarias. Ese fue el puntapié inicial de un fenómeno organizativo que, en poco tiempo, se habría de convertir en el más grande movimiento gremial de la historia de toda la región del noreste argentino.
–¿Cuál fue el papel que desempeñó el obispo de Sáenz Peña, monseñor Distéfano en las Ligas Agrarias?
–Esos años yo trabajé muy cerca del obispo, porque el Movimiento Rural tenía su oficina en el obispado de Sáenz Peña y monseñor Distéfano en su permanente recorrer la provincia, además de conocer a fondo la problemática, compartía con todos nosotros ese deseo de hacer algo que nos ayudase a organizarnos. Por otra parte, la gente descreída por tantas promesas incumplidas, por tantos engaños, encontró en el obispo la carta de garantía mínima que necesitaba para no ser nuevamente utilizada. Distéfano no vaciló en ponerse al lado de los agricultores. Fue muy importante en los primeros pasos su acompañamiento. Posteriormente, cuando él vio que las Ligas tomaban forma organizativa y los agricultores estábamos en condiciones de caminar solos, fue retomando su rol fundamental de obispo, aunque siempre acompañó a la gente en esa lucha por sus reivindicaciones.
–¿Cuáles fueron las conquistas de las Ligas Agrarias?
Son muchas... Podemos destacar, entre las más importantes, que terminamos con los desalojos; logramos con nuestra lucha que las herramientas de trabajo sean declaradas inembargables; se recuperó el crédito de fomento a la producción; frenamos el éxodo rural y duplicamos el número de asociados a nuestras cooperativas, las que en esos años aumentaron su número y desplegaron un importante crecimiento en la industrialización del algodón. Podríamos enumerar una larga lista de conquistas importantes, para el sector y para la economía de la región en su conjunto, pero creo que lo más valioso de las conquistas es haber recuperado nuestra propia dignidad de ser campesinos, condición tan degradada y despreciada por las mentalidades colonialistas. Ya no teníamos que entrar al banco con la cabeza gacha y el sombrero en la mano, como para pedir limosnas... Nos sentíamos protagonistas de nuestro propio destino, porque las Ligas Agrarias eran una herramienta de participación. Por eso la juventud volvió a tener confianza y se quedó en el campo...
–¿Las Ligas Agrarias siempre trabajaron en forma pública y legal?
–En todo momento. Surgieron como un movimiento transparente que tomaba todas sus decisiones en asambleas donde participaba toda la familia. Porque en el campo toda la familia participa del trabajo y también lo debe hacer en las decisiones. Corrobora esta afirmación el hecho de que el mismo general Lanusse, siendo presidente, concurrió a una concentración agraria, invitado por las Ligas de Sáenz Peña. Posteriormente, a partir de 1973, participamos activamente en la Comisión Nacional de Política Concertada y, en las distintas provincias, en los organismos institucionales correspondientes a la elaboración de las políticas agropecuarias. Ya en un régimen democrático, cumplimos con todos los requisitos legales a los fines de obtener la personería jurídica.
–¿Siempre fuiste peronista?
–Yo soy de cuna peronista... Mi padre fue concejal municipal por el peronismo en 1973 y conservo el recuerdo de mi infancia , cuando los vecinos de la colonia se reunían en la escuela para escuchar los discursos de Perón, porque el director era el único que tenía radio... Sin embargo, mi militancia la realicé enteramente como dirigente gremial agrario, con total prescindencia partidista. En las Ligas Agrarias manteníamos este principio como garantía de unidad entre todos los agricultores; y yo, en mi carácter de secretario general, he tratado en todo momento de predicar con el ejemplo, aunque creo firmemente que, más allá del color de la camiseta, y desde mi puesto de lucha, contribuí a la organización popular y a la causa por la liberación nacional, que son los postulados fundamentales del peronismo.
–¿Cuál fue la reacción de la oligarquía agro–ganadera frente al crecimiento de los Movimientos Agrarios de Base?
–El derecho a la tierra es una de las banderas fundamentales de las Ligas Agrarias. En consecuencia, chocamos con los privilegios de los grandes terratenientes. Es una realidad histórica que en nuestro país, y también en el noreste argentino, cinco por ciento de las grandes propiedades monopolizan alrededor del 75 por ciento de la tierra productiva, mientras que grandes masas de pequeños productores son condenados a producir en minifundios y, en buen porcentaje, en tierras ajenas, como arrendatarios. Estos sectores terratenientes son los responsables del estancamiento productivo y de nuestra dependencia externa, porque usan la tierra como instrumento de especulación. Por eso nosotros fuimos, y somos, fervientes promotores de la aplicación del impuesto a la renta normal potencial de la tierra como impuesto único, para premiar al que produce y castigar al que especula, con los campos improductivos. Similares reacciones provenían de los grupos monopólicos algodoneros de Bunge y Born, Alpargatas, Fibramalva y otros, porque veían en el fortalecimiento del Movimiento Cooperativo Agrario un serio obstáculo que no les permitía el acopio de la materia prima a precios irrisorios, como acostumbraron toda la vida. A esta altura de las cosas, los agricultores del Chaco no tenemos ninguna duda que estas fueron las razones de tan despiadada represión a las Ligas, a partir del golpe de estado de 1976. Para retrotraer la situación a los años de la dependencia, era preciso aniquilar a nuestro movimiento gremial; y los resultados están a la vista... Las cooperativas, ya indefensas, fueron arrasadas al borde de la quiebra. El crecimiento industrial desarrollado en esos años se perdió totalmente. Los productores fueron despojados de sus bienes, en muchos casos se les embargó la chacra; el interior de la provincia sufrió una nueva despoblación de más de la mitad de sus habitantes. Sin embargo, esos monopolios crecieron... Instalaron nuevas plantas textiles en el Chaco, Norte de Santa Fe, Corrientes, Formosa, La Rioja y, nuevamente, son los amos del oro blanco, controlando a su antojo la comercialización interna y externa del textil.
–Por abril de 1975 te detuvieron, también por "asociación ilícita". ¿Cómo fue eso?
–En aquel momento ya se me pretendió vincular con los montoneros, como pretexto para reprimir el accionar de las Ligas Agrarias. Así lo entendió el campesinado, los dirigentes cooperativistas y dirigentes políticos, quienes en ese momento se movilizaron para denunciar esa maniobra. Recuperé la libertad, por falta de méritos, a los tres meses...
–¿Qué pasó con vos a partir de la llegada de la dictadura, en el '76?
–A partir del golpe de estado, las Ligas Agrarias fueron acusadas directamente de subversivas y, en forma desembozada, se desató una feroz represión sobre los agricultores. Hubo centenares de delegados presos y torturados, algunos fueron asesinados, y otros están desaparecidos. Algunos dirigentes, como yo, teníamos condena de muerte... Yo era consciente de que si me agarraban me mataban. No tenía alternativa. Todos los agricultores del Chaco lo sabían y por eso me ayudaron a ocultarme. Gracias a esa solidaridad pude conservar la vida...
–¿Cómo operaban los represores y qué pasó con tu familia?
–Llegaban a las casas de noche, en camionetas, de civil, golpeaban a toda la familia, saqueaban y se llevaban a los hombres, a veces también a las mujeres... Los torturaban salvajemente, tratando de arrancarles información sobre nuestro paradero. Después eran abandonados en cualquier lugar, medio moribundos. Algunos no volvían a aparecer nunca más... Fui testigo presencial, en muchos casos, de estos atropellos. Mi padre y uno de mis hermanos estuvieron detenidos un año, sin que les preguntaran nada, sólo por represalia. Tengo un tío que está desaparecido por la misma razón. Mi casa en el campo, mientras mi madre estaba sola, fue allanada varias veces para amedrentar a la gente de la colonia. Pero la represión fue sólo la primera fase de un plan perfectamente orquestado y se explica por lo que vino después, con las medidas de política económica. El objetivo central estaba puesto en la recuperación de los medios de producción por parte de los grupos privilegiados. Con algún pretexto debían eliminar toda oposición organizada, para poder aplicar, sin problemas, las medidas económicas que finalmente dejaron la provincia en ruinas, la deuda más grande del país, la estructura productiva aniquilada y desarmado el movimiento cooperativo...
–¿Ofrecían recompensa por tu captura?
–Es cierto. Ofrecían recompensa en dinero a toda persona que diera información sobre mi paradero... Volanteaban con helicópteros en las colonias y empapelaron todos los lugares públicos con mi fotografía y la leyenda "Buscado por subversivo".
–¿Cómo pudiste salir del país?
–Era extremadamente peligroso moverme, porque era muy conocido en toda la región. Tampoco podía mostrar los documentos, porque tenía captura recomendada... Por esa razón no salí antes del país. Me quedé escondido en el Chaco hasta fines del '78, con la esperanza de que en algún momento esa persecución terminara, pero no fue así. Se intensificaba cada vez más. Tuve que salir del país eludiendo los controles fronterizos. Y lo pude hacer gracias al apoyo de mucha gente que, más de una vez, arriesgó su vida para que pudiera lograr ese objetivo.
–¿Qué hiciste en tus cinco años de exilio?
–Primero, quiero destacar y agradecer la inmensa solidaridad y el apoyo que recibí de tantas instituciones de distintas partes del mundo y, particularmente, de las entidades agrarias latinoamericanas. Todo el tiempo que duró mi forzado exilio, apoyado por estas importantes relaciones, me dediqué enteramente a difundir la situación por la que atravesaban los campesinos argentinos. Al mismo tiempo, promovimos la gestión de innumerables proyectos de asistencia económica, para apoyar en la Argentina a las organizaciones agrarias en sus distintas manifestaciones. Se promovieron fuentes de trabajo, se organizaron cooperativas de trabajo y producción, se realizaron programas de agua potable para zonas áridas y se apoyó con ayuda concreta, a los familiares de los presos y desaparecidos del sector agrario. Gracias a esta solidaridad obtenida, conseguimos fondos que luego se canalizaron en la reorganización de las entidades agrarias de base de Misiones y de Formosa, que ya son hoy una realidad. Por otra parte, tuve oportunidad de participar en distintos encuentros latinoamericanos, junto a mis compañeros dirigentes agrarios de los países hermanos, en los que intercambiábamos opiniones sobre la situación en toda América Latina.
–Tras consultar si pesaba alguna causa pendiente sobre tu persona y habiendo recibido respuesta negativa, regresaste. ¿Cómo te reinsertaste en tu trabajo?
–Lo primero que hice al volver al Chaco fue entrevistarme con las autoridades electas. Mantuve reuniones con el presidente de la Cámara de Diputados y con el ministro de Gobierno, a quienes les manifesté las inquietudes que acompañaban mi retorno a la provincia y recibí de ellos las más cálidas manifestaciones de solidaridad y de apoyo. Inmediatamente me radiqué en Machagai con mi familia, mi mujer y cuatro hijos. Con grandes esfuerzos, de todo tipo, reinicié las actividades agrícolas en la misma explotación de mis padres y mis hermanos. Me asocié a la cooperativa y me inscribí en un plan de colonización que la provincia ponía en marcha, sobre un área de reservas cercanas a Pampa del Indio. Posteriormente, tuve oportunidad de participar en el Congreso Regional de la F.A.A. y en una concentración de agricultores que se hizo en Charata, por los problemas de la cosecha girasolera. Esos encuentros fueron propicios para el reencuentro con los dirigentes de mi sector y con gran cantidad de agricultores, antiguos compañeros de lucha. Te puedo asegurar fue muy emocionante. Hubo efusivos abrazos, risas de alegría y también muchas lágrimas de emoción y de añoranza por las cosas lindas del pasado...
–¿El trabajo en las Ligas Agrarias se ha desactivado?
–Como te decía, la represión dictatorial desarticuló totalmente la organización agraria. Pero, evidentemente, no pudo borrar de la memoria de los pequeños y medianos productores la conciencia adquirida con las Ligas Agrarias. La permanencia de los problemas, mucho más agravados por la política de Martínez de Hoz, hacen que los programas reivindicativos que sosteníamos en esos años, recobren plena vigencia. Estos elementos, sumados a la clara convicción de los agricultores de que la represión no se dio por eventuales errores cometidos, sino, precisamente, por los aciertos al defender los legítimos derechos de los productores y de la juventud agraria, creó las condiciones favorables para la reorganización del sector. En algunas provincias esto ya es una realidad, y en otras es un proceso en marcha. Tampoco se puede pensar en una repetición mecánica de aquella experiencia, porque hay condiciones estructurales diferentes. Pero lo que rescatamos como vigente es esa historia de lucha, es la necesidad de la organización como expresión de la solidaridad y herramienta de participación. Rescatamos al movimiento cooperativo y la necesidad de su reactivación, aunque creemos que los nuevos tiempos nos imponen necesarios cambios en el terreno concreto. Lo que finalmente se haga, deberá ser el producto de la discusión con la participación de los verdaderos protagonistas, que son los hombres y mujeres que producen las riquezas básicas de nuestra región.
–¿Cuáles son las pruebas concretas que se presentaron en tu contra?
–No existe ninguna prueba concreta en mi contra. sólo hay panfletos, de dudosa procedencia, que me mencionan como miembro del movimiento montonero; también en la revista Vencer aparece mi nombre integrando esa lista. En esa publicación hay dos trabajos de análisis sobre la problemática del sector agrario en la Argentina, y un informe de los servicios de inteligencia de la dictadura, que tampoco hace acusación concreta contra mí de ningún delito. Si estos elementos se utilizaron como sospecha para dictar mi prisión preventiva, a esta altura del proceso no han presentado ninguna prueba que confirme esas sospechas.
–¿Nunca escribiste en Vencer?
–Yo no escribí para esa revista, tampoco la conocía. Esos trabajos de análisis que te decía los escribí, como tantos otros materiales que difundía en el exterior entre las múltiples instituciones amigas, y también a menudo enviaba por correo al interior del país. El contenido de esos artículos no reviste carácter delictivo y esto está reconocido por el juez. El hecho que hayan sido publicados en una revista, o en cualquier medio periodístico, no es de mi responsabilidad, ni debe suponer mi vinculación política con ese medio.
–Queda claro entonces que con montoneros no tuviste nada que ver...
–No pertenecí a ese movimiento y así lo declaré ante el juez. En 1975 ya fui investigado por asociación ilícita y sobreseído. Sin embargo, esto no fue impedimento para que, desde allí, me sigan acusando. Tal vez como pretexto para justificar mi persecución política y la represión a las Ligas Agrarias.
–¿Qué pasa con la justicia?
–Dista mucho de ser imparcial, y me atengo a las evidencias más elocuentes... Mientras a mí se me encarcela por una causa política, sin acusarme de la comisión de ningún delito en concreto, al capitán Astiz, símbolo aberrante de la represión ilegal que se ejerció en la ESMA, lo declaran inocente. A pesar de que el mundo entero sabe que él es culpable de la muerte de las monjas francesas. Y el caso más reciente es el de Guglielmineti...
–Emilio Mignone, presidente del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), por mayo del '85 dijo que "el aumento del número de presos políticos, como Lovey, podría servir a una supuesta campaña gubernamental, buscando implementar una amplia ley de amnistía, tras el juicio a los ex comandantes del proceso militar. ¿Compartís esa opinión?
–La intención de amnistiar a los militares comprometidos con el terrorismo de Estado, siempre estuvo flotando... y hubo algunos intentos de ciertos sectores del gobierno para lograr este objetivo. De hecho, las instrucciones impartidas por el P.E. a los fiscales militares, son una forma de amnistía encubierta. Los presos políticos están siendo utilizados como justificativo de esa represión ilegal, con la teoría de los dos demonios sustentada por el gobierno. Da la impresión que a eso apuntó mi detención, al igual que los pedidos de captura de alrededor de cuarenta personas que hoy no pueden retornar al país. Y el caso más evidente, es el de los presos políticos heredados de la dictadura militar que, en esa época, fueron condenados en juicios aberrantes en base a supuestas declaraciones que les hicieron firmar, bajo el tormento de la tortura, a muchos de ellos en los campos de concentración. Desde 1983 vienen reclamando, con todo derecho, que la justicia disponga una profunda revisión de sus causas; es lo mínimo que se puede pedir. La democracia les da el derecho a un juicio justo que la dictadura les negó y, sin embargo, hasta el presente no han logrado nada...
–¿Pudiste haber sido uno de los masacrados en Margarita Belén?
–La masacre de Margarita Belén fue un asesinato masivo perpetrado por los militares en el Chaco. Sobre la ruta once, camino a Formosa, mataron a alrededor de quince personas que fueron sacadas de la cárcel y otros que estaban desaparecidos, y pretendieron hacer creer que se trató de un ataque guerrillero... Cosa que nadie creyó. En diciembre de este año se cumple el décimo aniversario de esa masacre, sin que todavía se haya procesado a ninguno de los responsables. No me cabe duda que yo, de haber estado detenido en ese momento, pude haber sido uno de los que allí se asesinaron...
–¿De qué sectores has recibido apoyo en tu situación actual?
–En la provincia del Chaco he recibido el apoyo de, prácticamente, todos los sectores sindicales, agrarios y de la mayoría de los partidos políticos. A nivel nacional, recibí el apoyo de las máximas figuras de la CGT y de la Federación Agraria, cuyo presidente Humberto Volando, se ofreció voluntariamente para testimoniar en la causa, y me acaba de hacer una visita aquí al penal de Villa Devoto. Cuento con el apoyo de distintos sectores peronistas, especialmente del Peronismo Renovador y de otros partidos. También de legisladores de la mayoría de las bancadas y, por supuesto, de todos los organismos de derechos humanos. Son innumerables, también, las cartas de solidaridad que he recibido desde países latinoamericanos y de Europa, de dirigentes, sacerdotes e instituciones que reclamaron en su momento por mi libertad...
–¿Cómo vive tu familia esta situación?
–Sufren, como si también estuviesen presos, o más aún... Con grandes problemas económicos, pero con una gran entereza moral... Las permanentes muestras de afecto y solidaridad de la gente nos ayuda a mantener el espíritu y renueva nuestro compromiso para con ellos. Mi mujer vive en Machagai con los cuatro chicos y trabaja de maestra en una escuela rural en una colonia aborigen, a unos diez kilómetros al sur del pueblo. Realmente, es ella la que lleva la carga más pesada de esta situación, y los chicos sufren las consecuencias de la disgregación familiar.
–¿Te considerás un rehén político?
–Me considero un militante popular que sufre persecución política por haber consagrado los mejores años de mi juventud a la lucha por la defensa de los intereses y a la dignidad de mis hermanos agricultores, históricamente postergados. Por tratar de ser consecuente con ellos, cometí el "delito" de enfrentar la subversión dictatorial. No me sometí a sus arbitrariedades, ni colaboré en su política de destrucción nacional. Yo sé que a los sostenedores de la teoría de lo posible, esta actitud, que muchos argentinos adoptamos, les parecerá quijotesca y hasta absurda. Prefiero hablar con mis hijos de la historia reciente, sin remordimientos y con la conciencia tranquila. Si habremos de construir una nueva república, no podremos hacerlo sobre el ejemplo de aquellos que contribuyeron a consolidar la dependencia, sino sobre el recuerdo de nuestros mártires. Aquellos que a lo largo de la historia lucharon por la liberación de nuestros pueblos latinoamericanos...
–¿Cómo terminará todo esto?
–Espero que se haga justicia, porque de ese modo podré recuperar mi libertad y reincorporarme a mi pueblo chaqueño, para hacer, junto con ellos, mi modesto aporte a la consolidación de esta democracia que tanto nos ha costado conseguir y a la reconstrucción de nuestra tan vapuleada provincia.
Revista Unidos nº 11/22 de Octubre de 1986
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