06 diciembre 2006

LA MADRE PATRIA

IMPERDIBLE




Asista al hundimiento de Occidente

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5 Noviembre 2006
¿Existe la nacionalidad española?
Hoy vamos a ser polémicos y vamos también a abandonar, en gran medida, la denuncia que es la razón de ser de esta bitácora por otra diferente. Y sintiéndolo mucho vamos a tener que recordar de paso un par de verdades desagradables.
Supongamos que la nacionalidad española existe, dado que la concesión de la misma es tan extremadamente laxa que nos hace dudarlo. No parece en todo caso que ésta consista en mucho más que saber hablar en español. Al menos desde el punto de vista de unas autoridades que mantienen un sistema de doble nacionalidad basado en sentimentalismos e ilusiones imperiales directamente deudores del más irreal pensamiento voluntarista.
En caso contrario no se comprende que baste con tan sólo dos años de residencia en España para poder obtener la doble nacionalidad. Siempre que se provenga, claro está, de países iberoamericanos, Portugal, Filipinas o Andorra. Lo cual, en definitiva, limita la cantidad de posibles candidatos a unos exiguos e inapreciables cientos de millones de personas.
Y es que resulta cuando menos curioso que una persona absolutamente desconocedora de la Constitución, del restante marco legal español -excepto el que directamente le afecta; la Ley de Extranjería- y en la gran mayoría de los casos, la Historia de la que va ser su nueva nación, pueda considerarse ciudadano en plano de absoluta igualdad tras el extraordinario aporte de dos años de residencia (ni siquiera dos años de trabajo) en España. Y sin siquiera tener que renunciar a su anterior nacionalidad, faltaría más.
Tomemos como ejemplo lo siguiente. Imaginemos un español tipo de entre 33 y 40 años. Supongámosle a este ciudadano, nacido español insistimos, entre quince y veinte años trabajados. Es a su vez hijo y nieto de españoles cuyas generaciones son directamente responsables del estado actual de desarrollo del país. Pues bien. Sus derechos políticos (voto, candidatura), su derecho a recibir subvenciones, ayudas o créditos públicos o su derecho a optar a una vivienda de protección oficial, por tan sólo citar unos ejemplos, son los mismos que los de un inmigrante iberoamericano nacionalizado tras residir dos años en España. Tiempo sin duda más que suficiente para que cualquier persona del ancho mundo sea más española que Goya y Unamuno juntos. ¡Como si ser español fuese difícil! Basta con no respetarse a uno mismo lo más mínimo en su propia nacionalidad.
Pero es que hay más. Porque los beneficios de la nacionalidad española, (la nacionalidad kleenex) son acumulativos. Así el inmigrante nacionalizado puede solicitar reagrupación familiar y, tras obtenerla, su cónyuge tendrá su propia nacionalidad española con tan sólo un año de residencia. Y más aún: desde el momento en que el primer progenitor nacionalizado obtuvo su DNI, sus hijos, que nunca quizás han pisado España, son tan españoles como los hijos de nuestro primer ciudadano español, ése que había nacido en Iberia, trabajado en ella desde su juventud, y cuya progenie, al igual que hicieran sus bisabuelos, ha nacido en esta tierra. Y eso implica que los hijos de nuestro burocrático español expresso tienen los mismos derechos a una beca -entre otras muchas cosas- que los hijos del español de nacimiento. ¿Acaso no es eso integración?
Así se producen noticias como la que presentaba el diario Qué! en su edición del viernes 3 de noviembre de 2006:
"La concesión de la nacionalidad a inmigrantes ya bate récords
Cuando finalice el año, casi 30 000 extranjeros que están empadronados en la capital habrán obtenido el DNI español. La mayoría opta por la doble nacionalidad y nació en países iberoamericanos"
Seguimos leyendo algunos fragmentos más.
"Esta cifra representa un auténtico récord, tanto para Madrid como para toda España, según afirmaron a Qué! los propios magistrados del organismo. La dimensión del fenómeno es tal, que las instalaciones del Registro Civil suelen estar desbordadas."
"Los cinco jueces encargados de efectuar las juras de la nacionalidad española a los ciudadanos de origen extranjero en el Registro Civil deben hasta cuadruplicar los turnos de audiencias para realizar este trámite."
Un trámite. Eso es todo lo que supone la obtención de la nacionalidad para el redactor de la noticia, un tal Diego Caldentey.
"El procedimiento es sencillo. Se firma un acta ante el magistrado y, en algunos casos, se pronuncia el juramento en voz alta."
No nos vamos a poner puntillosos exigiendo una cosa tan innecesaria como un ridículo juramento en voz alta. ¿Cuándo se ha visto tener que hacer tanto teatro para realizar un simple trámite administrativo?
"Los magistrados, debido a la cantidad de personas que deben jurar cada día, en algunas ocasiones formalizan este trámite de manera colectiva."
Si es que no es más que una absurda pantomima. Quizás deberíamos pensar en eliminarlo, dado que no sirve para nada.
"SALA REPLETA PARA LAS JURAS DE CADA DÍA
En la sala III del Registro Civil ayer por la mañana no cabía ni un alfiler. El magistrado José María Bento realizó la jura a casi un centenar de inmigrantes, que manifestaron su lealtad al Rey y a la bandera, de acuerdo al procedimiento que establece el Código Civil."
Acompañaba este párrafo como pie de foto a una imagen del interior del juzgado, en el cual (que tenía aspecto de consultorio de la Seguridad Social, algo no muy impresionante para toda una jura) los españoles en ciernes, sentados displicentemente cuando no de pie y con los brazos cruzados, esperaban por turnos para firmar los papeles del trámite. ¿Seguro que no estaban obteniendo el abono de transporte? ¿Quién podría dudar del patriotismo de estos españoles en caso de necesidad?
"PUEDEN VOTAR Y HASTA OPOSITAR
Quienes obtienen la nacionalidad española acceden a importantes beneficios. Están habilitados para opositar, ocupar cargos públicos y votar a sus representantes españoles. Sus hijos, si son menores de edad, también obtienen automáticamente el DNI español."
¿Acaso no son españoles como los demás? Nadie podría negarles tales derechos tras nada más y nada menos que dos años de residencia y tomarse el trabajo de mover y firmar los papeles oportunos. Recordemos que algunos incluso tienen que jurar alguna cosa de viva voz.
Por otra parte, como somos incapaces de tener nuestros propios hijos, los importamos. Algo bueno había de haber en este procedimiento tan exigente. Quien no se conforma es porque no quiere.
Pero sigamos. Es evidente que cualquier emigrante que obtiene una nueva nacionalidad lo hace teniendo en mente los beneficios prácticos que ese cambio le va a reportar. Pero también parece claro que en algunos lugares, como los EE.UU., la obtención de la nacionalidad resulta verdaderamente ilusionante para la mayoría de ellos. Un día muy grande. El convertirse en ciudadano estadounidense se concibe como una fuente de profundo orgullo, como un título. Y a la nueva patria se le otorga una firme y sincera lealtad.
¿Ocurre eso con nuestros españoles de impreso? Dejemos que hablen ellos.
"Juan y Elizabeth, 38 y 35 años.
'Obtener la nacionalidad española permitirá que nuestros hijos reciban más ayudas y becas' dijo ella. 'Ahora ya no tendremos que renovar la residencia', aseguró Juan."
Vaya, qué fervor patriótico. Pero seguro que hay más ejemplos, no perdamos la fe.
"Carmen Burbano, ecuatoriana, 53 años.
'Pero no renunciaré jamás a la de mi país ' (refiriéndose a la jura de la nacionalidad española)."
Estamos un poco confusos. Pero señora Burbano, ahora éste es su país. ¿O no lo es?
Por otra parte, Doña Carmen, al igual que tantos y tantos inmigrantes, no parece que cumpla demasiado bien con el estereotipo periodístico del extranjero que viene 'a pagarnos la pensión'. Más bien parece que nuestro españolito abstracto del comienzo de la entrada va ser quien se la tenga que pagar a ella.
"Ahora me siento muy feliz y contenta. Voy a tener los mismos derechos de todos".¿De 'todos'? Querrá decir que todos sus compatriotas, ¿verdad?
Es urgente que comencemos a poner en práctica esa costumbre a la que periodistas, opinadores, columneros y arcángeles vocacionales varios están tan poco acostumbrados: proceder con seriedad y rigor. Y dejarse el buenismo en casa. La nacionalidad española no puede seguir siendo un 'trámite' vacío e irrelevante. La nacionalidad española no puede seguir regalándose de cualquier manera en base a vagas ensoñaciones coloniales. Ni ser compatible con otra cualquiera, como el carné de una biblioteca, con la misma patética excusa.
La obtención de una nacionalidad es algo muy serio, señores. Ha de ser el fin de un muy largo proceso en el que el inmigrante, además de demostrar un poderoso arraigo en el país, debe sufrir una transformación interna de su identidad y sus lealtades. El ejemplo estadounidense es de nuevo muy útil. Allí el extranjero debe positivamente demostrar su profundo americanismo; superar exámenes, en absoluto burocráticos, de historia, idioma y constitución americana; pasar por una serie de entrevistas individuales y cuestionarios personales y, finalmente, recibir su nueva y única nacionalidad con la solemnidad merecida (la cual busca un importante efecto psicológico). Y rompiendo con cualquier otra lealtad o soberano. Recibirla en definitiva como lo que es: la constatación de que un nuevo patriota se ha unido a la nación.
En España esto suena a chiste. No se entiende que solo se valora lo que cuesta esfuerzo conseguir: una nacionalidad que no es apreciada por los que la poseen desde la cuna y que el inmigrante percibe que no es sino un documento huero, jamás será atesorada con sinceridad por la gran mayoría de esos nuevos españoles de despacho.
Y ahora, si lo estiman oportuno, que se desate la santa indignación de los apóstoles de la corrección política y demás adolescentes cincuentones. Qué poco les gusta que les levanten de la siesta.






Un blog bien pensado por un amigo de España.
http://www.espacioblog.com/holocausto_demografico/post/2006/11/05/aexiste-nacionalidad-espanola-

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