28 mayo 2007

ES UN SENTIMIENTO, NO PUEDO PARAR!!!!

NUNCA DEBIO PASAR


Cuando ignorante de toda la realidad porteña llegue de mi ciudad natal a la Capital Federal, me asenté donde pude, no donde quería, corría el año 1971. El barrio aun tenia ese mezcla rara de Ydish y última frontera. Reunidos en sabatth en el San Bernardo el sábado a la mañana para fumar un cigarro y jugar al domino. En Canning y Camargo aun estaba el Pasaje el Ajedrez donde Grandes Maestros no solo del Ajedrez sino de la Cabala, sacaban sus tableros y jugaban mascando su biliosa hez una partida. La patria era lejana, Polonia, Rusia, Alemania o Ucrania. Las mujeres llevaban en sus bolsas la cebolla, que le pedían el vendedor de pescado que se la pasaran por la picadora con dos filet de merluza. Dorin, la rotiseria de los paisanos, no se como, había conseguido un Rabino que mataba Kosher unos lechones para algún paisano extraviado que se animaba a contradecir la ley. Pan ácimo. Los casamientos en la sinagoga de Camargo que se suspendía por inundación los días de lluvia. Olor a saraca y a lupines en la calle ya que en toneles eran expuestos en las veredas, las desquerías con música de la tierra. Como puñalada de loco, en Serrano y Corrientes la Pizzería Nápoles toda de mármol y a la antigua, porción a porción la muza con faina y moscato. Alguna cantina con ravioles. La Juan B. Justo, el viejo arroyo Maldonado entubado. Del otro lado la Pinturería del Centro en su local nuevo y en la esquina de Darwin y Corrientes Los Bohemios. Café al desgano. Milanesa con papas a la fritura que te parto el estomago. Berelsonas con sus viejas maquinas de coser, y mas allá Humbold, una mueblería un parque de rezagos metalúrgicos, y luego la construcción casi terminada del estadio techado de Atlanta. Cuantas veces había venido a esta cancha con el pincha. Que partidos memorables con los bohemios. Hoy me tocaba jugar de local. Ahí creció mi hijo. Guapo el pibe. EL viejo Berelsonas al verlo rubio me decía que contento estará el bobbe. Como si no me tocara como triste goy a ser paisa y de Atlanta, y así fue. Creció el pibe hasta que un día, me dijo, ¿papa me compras una camiseta de Atlanta? No hay problemas le conteste, hijo mío. Pero te advierto que en mi casa, mis hijos podrán elegir libremente todo, no la divisa futbolera. Justo el año que Estudiantes se fue al descenso. Fue de locos. El pibe mas pincha que nunca y Atlanta en su corazón y en el mío. Villa Crespo, creo que el ultimo barrio metafísico que le quedaba a Buenos Aires, sonríe con el ejercicio pleno de sus derechos a la recreación. Junto a otras instituciones del barrio y León Najnudel, la Villa y Atlanta es un sentimiento genuino. NUNCA SE LO DEBIERON QUITAR.

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