Este viejo tiene un blog, la boludez Juan Pablo Feinmann. El es un filósofo estúpido que redujo la filosofía a explicar Marx, por supuesto no entiende una mierda de que está compuesto el mundo. Sabe si, que de dinero, porque él vive bien recitando la revolución marxista y cobrando de la plusvalía de los otros. No él haciendo la plusvalía. Porque ya sea de las editoriales o del estado, la plusvalía que cobra siempre será ajena. El inalterable. Por eso, este tipo es inimputable e imputeable, las dos cosas. Los viejos que nos refugiamos en un blog, como él que habla desde un blog es que hemos encontrado en la tecnología un canal para expresar nuestras ideas en un mundo donde, la industria editorial no da cabida al pensamiento libre, donde la línea editorial domina. A mí no me gusta escribir novelas sobre donde la escena no trascurra entre 1976 y 1983 por lo tanto este nivel de autocensura, limita mi universo de creación, menos de la poesía que no denuncia la represión de esa época. Creo que la lirica sirve para otras cosas, además. Por lo tanto, estoy excluido. En la enseñanza cuando la ejercía debía enseñar el marxismo como una filosofía de la esperanza. No podía ser un pelotudo como el que no me diera cuenta de lo que estaba pasando. Para reclutar soldados necesitaban mística. Yo no me preste para hacer de la militancia fundamentalistas, mi destino como profesor estaba sellado y eso que era en el mismo tema que el del diletante. Yo no transe con el marxismo como filosofía de la esperanza, cosa que era más bien incompatible, como que la esperanza no era tampoco el capitalismo. Era la sensatez de ver que era lo que estaba pasando y cuál era el camino adecuado para alcanzar el objetivo. Pero no. Había que lanzar al país a una carnicería terrible y a la desaparición de una generación de intelectuales. Ahora impartimos doctrina desde un blog de sabiduría de la magia blanca (anda a cagar Feinmann). Pero, claro el pelotudo soy yo, yo no me la jugué. ¿El sí? Me cuesta trabajo creerlo porque es increíble que lo putean mas los propios que los ajenos. Los ajenos a su lengua de dragón de Cómodo quizás le tengan miedo, pero los propios le dicen cada barbaridad que él se atreve solo decírsela a los tontos que le temen. En el mismo estilo tilingo, Feinmann es un nabo, un falaz y un estólido. Si tiene guita es por berrinchero y por hacerle el gustito a la veta tilinga que tiene la sociedad progre urbana. Pero es un perfecto pelotudo.
10 junio 2008
THE OLD BLOGGER
CUALQUIER VIEJO PELOTUDO TIENE UN BLOG
Este viejo tiene un blog, la boludez Juan Pablo Feinmann. El es un filósofo estúpido que redujo la filosofía a explicar Marx, por supuesto no entiende una mierda de que está compuesto el mundo. Sabe si, que de dinero, porque él vive bien recitando la revolución marxista y cobrando de la plusvalía de los otros. No él haciendo la plusvalía. Porque ya sea de las editoriales o del estado, la plusvalía que cobra siempre será ajena. El inalterable. Por eso, este tipo es inimputable e imputeable, las dos cosas. Los viejos que nos refugiamos en un blog, como él que habla desde un blog es que hemos encontrado en la tecnología un canal para expresar nuestras ideas en un mundo donde, la industria editorial no da cabida al pensamiento libre, donde la línea editorial domina. A mí no me gusta escribir novelas sobre donde la escena no trascurra entre 1976 y 1983 por lo tanto este nivel de autocensura, limita mi universo de creación, menos de la poesía que no denuncia la represión de esa época. Creo que la lirica sirve para otras cosas, además. Por lo tanto, estoy excluido. En la enseñanza cuando la ejercía debía enseñar el marxismo como una filosofía de la esperanza. No podía ser un pelotudo como el que no me diera cuenta de lo que estaba pasando. Para reclutar soldados necesitaban mística. Yo no me preste para hacer de la militancia fundamentalistas, mi destino como profesor estaba sellado y eso que era en el mismo tema que el del diletante. Yo no transe con el marxismo como filosofía de la esperanza, cosa que era más bien incompatible, como que la esperanza no era tampoco el capitalismo. Era la sensatez de ver que era lo que estaba pasando y cuál era el camino adecuado para alcanzar el objetivo. Pero no. Había que lanzar al país a una carnicería terrible y a la desaparición de una generación de intelectuales. Ahora impartimos doctrina desde un blog de sabiduría de la magia blanca (anda a cagar Feinmann). Pero, claro el pelotudo soy yo, yo no me la jugué. ¿El sí? Me cuesta trabajo creerlo porque es increíble que lo putean mas los propios que los ajenos. Los ajenos a su lengua de dragón de Cómodo quizás le tengan miedo, pero los propios le dicen cada barbaridad que él se atreve solo decírsela a los tontos que le temen. En el mismo estilo tilingo, Feinmann es un nabo, un falaz y un estólido. Si tiene guita es por berrinchero y por hacerle el gustito a la veta tilinga que tiene la sociedad progre urbana. Pero es un perfecto pelotudo.
Este viejo tiene un blog, la boludez Juan Pablo Feinmann. El es un filósofo estúpido que redujo la filosofía a explicar Marx, por supuesto no entiende una mierda de que está compuesto el mundo. Sabe si, que de dinero, porque él vive bien recitando la revolución marxista y cobrando de la plusvalía de los otros. No él haciendo la plusvalía. Porque ya sea de las editoriales o del estado, la plusvalía que cobra siempre será ajena. El inalterable. Por eso, este tipo es inimputable e imputeable, las dos cosas. Los viejos que nos refugiamos en un blog, como él que habla desde un blog es que hemos encontrado en la tecnología un canal para expresar nuestras ideas en un mundo donde, la industria editorial no da cabida al pensamiento libre, donde la línea editorial domina. A mí no me gusta escribir novelas sobre donde la escena no trascurra entre 1976 y 1983 por lo tanto este nivel de autocensura, limita mi universo de creación, menos de la poesía que no denuncia la represión de esa época. Creo que la lirica sirve para otras cosas, además. Por lo tanto, estoy excluido. En la enseñanza cuando la ejercía debía enseñar el marxismo como una filosofía de la esperanza. No podía ser un pelotudo como el que no me diera cuenta de lo que estaba pasando. Para reclutar soldados necesitaban mística. Yo no me preste para hacer de la militancia fundamentalistas, mi destino como profesor estaba sellado y eso que era en el mismo tema que el del diletante. Yo no transe con el marxismo como filosofía de la esperanza, cosa que era más bien incompatible, como que la esperanza no era tampoco el capitalismo. Era la sensatez de ver que era lo que estaba pasando y cuál era el camino adecuado para alcanzar el objetivo. Pero no. Había que lanzar al país a una carnicería terrible y a la desaparición de una generación de intelectuales. Ahora impartimos doctrina desde un blog de sabiduría de la magia blanca (anda a cagar Feinmann). Pero, claro el pelotudo soy yo, yo no me la jugué. ¿El sí? Me cuesta trabajo creerlo porque es increíble que lo putean mas los propios que los ajenos. Los ajenos a su lengua de dragón de Cómodo quizás le tengan miedo, pero los propios le dicen cada barbaridad que él se atreve solo decírsela a los tontos que le temen. En el mismo estilo tilingo, Feinmann es un nabo, un falaz y un estólido. Si tiene guita es por berrinchero y por hacerle el gustito a la veta tilinga que tiene la sociedad progre urbana. Pero es un perfecto pelotudo.
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4 comentarios:
Jajaja. No vale la pena Hard, es un mamarracho impresentable
Lo peor es que el otro día viendo Encuentro me encuentro, valga la redundancia, con él, tardó una hora para explicar algo de marxismo ni siquiera para eso sirve, 10 minutos para explicar qué era la plusvalía y el fetiche. Un abrazo
También con este viejo pelotudo, debemos construir la Nación... Es un pensador, no nos parecemos en nada, pero lo respeto, porque su postura es singular, construísda por él mismo, no como la que reproducen la ideología de los medios de comunicación, blogs y mails incluídos...
MONA
KalmaKampoKaminemos.blospot.com
Tenes razón, pero el epiteto adjudicaselo al que lo uso, no a mí, yo simplemente lo use, por sentirme aludido. Nada mas.
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