07 febrero 2009

MATAR AL ABUELITO

MATAR A LOS DOS EXTREMOS UN VICIO NACIONAL


Mientras se llenan la boca de los derechos de los jubilados y de las AFJP que consiguieron pasar los fondos al Ansses, descubrimos que es una cascara de huevo vacía. ¿Por qué? uno se preguntara. La respuesta es fácil. La crisis no es solo la caída del sector financiero de los Estados Unidos y mundial, sino también una crisis de valores de la sociedad argentina que agrede sin razón a los viejos y que los ha tomado como blanco fácil a partir del aumento de la expectativa de vida. El otro día en un post, se señalaba que ese aumento hacia razonable el aumento de los años de vida laboral de las personas. Pero también, nadie pensó en una sociedad en donde hay una población anciana. No era difícil suponerlo. Ya Bioy Casares, el escritor que como Bustos Domeq escribió con Borges algunos libros había imaginado El diario de la Guerra del Cerdo, y que fuera llevado a la pantalla con el protagonismo de José Slavin un malogrado actor argentino de aquellos que fueran en su época excepcionales y dirección de Leopoldo Torre Nilson. En su novela Bioy Casares, planteaba una sociedad en donde a los cuarenta años se iniciaba un cruel retiro forzado de los hombres y mujeres que superaban ese límite. Y el personaje que luchaba por sobrevivir. Hoy la violencia y el robo no solo de jóvenes, sino de personas de edad mediana que se ejerce sobre los mayores es uno de los derechos humanos más violados y menos respetados por este gobierno, mucho más preocupado por darles jubilación a los que no están jubilados que cuidar a los que ya lo están. También es de una gravedad especial en nuestro país. Recuerdo en 1998, en España que había spot publicitarios en los que recomendaban a los niños y adolescentes que se acercaran al abuelito que “quizás” tenía algo interesante para contar. Y también pueblos como El Rubio en Andalucía donde el pueblo mismo era casi un geriátrico. Donde a la mañana hacia la plaza uno podía ver un montón de personas con muletas o bastones caminando con sus enfermeras tomando un poco de aires fresco y ahí reunirse. O también se puede recordar las acciones del estado Italiano de ese entonces donde se le pagaba un sueldo a un familiar para que cuidara al anciano en su casa y no tener que recurrir a la internación en un establecimiento. Aquí, directamente se los deja solos y sin políticas de contención, sin saber que es esa experiencia que por prolongación de la vida se llega. Uno los ve, golpeados, lastimados, asesinados, robados, despojados con todas las secuelas postraumáticas y sociales que se crean y la mirada inocente de la autoridad que perpleja le pasa la problemática por encima y quizás le dice que llame al Pami Escucha. Algo está pasando que nadie ve lo obvio. Si esto es calidad de gestión, están mirando el inodoro.



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