21 junio 2009

EL OBISPO VIETNAMITA

LOS PRESOS DEL COMUNISMO
Hemos sido testigos algunos de los acontecimientos de la guerra de Vietnam, muchos de los que no habían nacido aun tienen fotografías y videos que muestras escenas escalofriantes de aquellos acontecimientos que, luego de la retirada francesa, los americanos se metieron en una guerra sin retorno. Supimos de las atrocidades contra el pueblo vietnamita, de la doctrina de la seguridad nacional inaugurando una nueva etapa contra la guerra revolucionaria en el mundo. Sobre todo cuando la vía socialista armada parecía una vía posible en el camino de la liberación de los pueblos. Mucha gente cayó bajo las balas de los ideales de una sociedad más justa.
Aun así los modelos comunistas de las sociedades occidentales fracasaban estrepitosamente, y no por la extrema voluntad de los hombres de esa sociedad querer ser capitalistas y volver a la proletarización. Esas sociedades estaban extenuadas de un estado policiaco que impedía las libertades básicas. Este es el símbolo de la caída del Muro de Berlín. No un mundo que no quiere justicia. Sino un mundo que no quiere más KGB, o un Estado metido en la vida privada de la gente.
También cayó la teoría del Mercado en lo que se da en llamar el neoliberalismo. Pero tengamos en claro, que así como se cayó el muro de Berlín por el estado policiaco, el que se haya caído el neoliberalismo con sus teorías de mercado no significa que queramos volver al socialismo revolucionario como revuelta cíclica de los tiempos.
La reedición de nuevas versiones de un socialismo que pretende mostrase victorioso del fracaso de un neoliberalismo que no era creíble puede tomarse como cosa seria, tampoco es creíble el socialismo revolucionario setentista que se agoto en los mazazos que destruyeron el Muro de Berlín.
Para muestras de esas culturas de opresión y sobre todo para no tocar el tema urticante de Hilda Molina que hace a la revolución cubana y al mito del Che Guevara podemos citar al Obispo y Cardenal de la Iglesia Católica François Xavier Nguyên Van Thuân, quien falleciera en el 2002 y que Juan Pablo II designara como Presidente del Pontificio Servicio de Justicia y Paz. Nguyên fue ordenado en 1953 como cura y se doctoró en Derecho Canónico con posterioridad. Si bien fue arzobispo en Vietnam pocos meses antes de la caída de Saigón aunque en el pueblo de Nhatrang, fue tomado preso por las tropas comunistas y encarcelado por trece años de los cuales el Cardenal debió pasar 9 de ellos en aislamiento total por su capacidad de convertir al catolicismo a los guardias comunistas. Por lo tanto, no había alguien que pudiera entender los derechos humanos de un lado y del otro más que un hombre como el Cardenal Vietnamita.

Palabras del Cautiverio

Después del arresto

«Después de que me arrestaran en agosto de 1975, dos policías me llevaron en la noche de Saigón hasta Nhatrang, un viaje de 450 kilómetros. Comenzó entonces mi vida de encarcelado, sin horarios. Sin noches ni días. En nuestra tierra hay un refrán que dice: "Un día de prisión vale por mil otoños de libertad". Yo mismo pude experimentarlo. En la cárcel todos esperan la liberación, cada día, cada minuto. Me venían a la mente sentimientos confusos: tristeza, miedo, tensión. Mi corazón se sentía lacerado por la lejanía de mi pueblo. En la oscuridad de la noche, en medio de ese océano de ansiedad, de pesadilla, poco a poco me fui despertando: "Tengo que afrontar la realidad. Estoy en la cárcel. ¿No es acaso este el mejor momento para hacer algo realmente grande? ¿Cuántas veces en mi vida volveré a vivir una ocasión como ésta? Lo único seguro en la vida es la muerte. Por tanto, tengo que aprovechar las ocasiones que se me presentan cada día para cumplir acciones ordinarias de manera extraordinaria"».

Ante esta situación planteada por lo dicho por Hilda Molina y recordando una cena del viernes donde un amigo me trajo a referencia a este Cardenal Católico, hago mención al mismo. Porque ni la barbaridad de la seguridad nacional, ni los campos de confinamiento del comunismo con sus secuelas de aislamiento y deshumanización social son las versiones del mismo cuento. No nos podemos olvidar.


No hay comentarios: