01 agosto 2007

NO HAY SIGNIFICANTES SIN SIGNIFICADO

EL DIA QUE LACLAU MINTIO POR NO RECONOCER A HEIDEGGER
Para los seguidores de Laclau y ante una eventual critica a mi post anterior les dejo esta pequeña reflexión de Heidegger, también de SER Y TIEMPO sobre: THE MEANING

c) El problema tempóreo de la trascendencia del mundo

La comprensión de una totalidad respeccional, implícita en el ocuparse circunspectivo, se funda en una previa comprensión de los respectos del para algo, para‐qué, para-eso, por-mor-de.
La conexión de estos respectos fue presentada más arriba1 como significatividad. Su unidad configura eso que llamamos un mundo. Surge entonces la pregunta: ¿cómo es ontológicamente posible algo así como un mundo en su unidad con el Dasein? ¿De qué modo debe ser el mundo para que el Dasein pueda existir como estar-en-el-mundo? El Dasein existe por mor de un poder-ser de sí mismo. Existiendo, está arrojado y, como arrojado, entregado al ente del que ha menester para poder ser como es, a saber, por mor de sí mismo. En la medida en que el Dasein existe fácticamente, se comprende a sí mismo en esta conexión del por-mor-de sí mismo con su correspondiente para‐algo. Aquello dentro de lo cual el Dasein existente se comprende, “ex”-iste con la existencia fáctica del Dasein. El “dentro de lo cual” de la comprensión primaria de sí mismo tiene el modo de ser del Dasein. El Dasein, existiendo, es su mundo. Hemos definido ya el ser del Dasein como cuidado. El sentido ontológico del cuidado es la temporeidad. Ya se ha mostrado que la temporeidad constituye la aperturidad del Ahí, y el modo como la constituye. En la aperturidad del Ahí el mundo está coabierto. La unidad de la significatividad, es decir, la estructura ontológica del mundo, también deberá entonces fundarse en la temporeidad. La condición tempóreo-existencial de la posibilidad del mundo se encuentra en el hecho de que la temporeidad en cuanto unidad extática tiene algo así como un horizonte. Los éxtasis no
son simplemente salidas de sí mismo hacia…, sino que al éxtasis le pertenece también un “hacia qué” de la salida. A este “hacia qué” del éxtasis lo llamamos esquema horizontal. El horizonte extático es diferente en cada uno de los tres éxtasis. El esquema en el que el Dasein viene venideramente hacia sí, de un modo propio o impropio, es el por‐mor‐de sí. El esquema en el que en la disposición afectiva el Dasein está abierto para sí mismo como arrojado, lo concebimos como el ante‐qué de la condición de arrojado o, correlativamente, como el a-qué del estar entregado. Caracteriza la estructura horizontal del haber-sido. Existiendo por mor de sí en el estar entregado a sí mismo como arrojado, el Dasein, en cuanto está en medio de…, es también presentante. El esquema horizontal del presente se determina por medio del para-algo. La unidad de los esquemas horizontales de futuro, haber-sido y presente se funda en la unidad extática de la temporeidad. El horizonte de la temporeidad total determina aquello respecto de lo cual el ente que existe fácticamente está esencialmente abierto. Con el exisistir [Da-sein] fáctico queda siempre proyectado en el horizonte del futuro un poder‐ser; y en el horizonte del haber-sido queda abierto el “ser ya”; y en el horizonte del presente queda descubierto el objeto de ocupación. La unidad horizontal de los esquemas de los éxtasis hace posible el contexto originario de los respectospara con el por-mor-de. De ahí se sigue que, en virtud de la
constitución horizontal de la unidad extática de la temporeidad, al ente que es en cada caso su Ahí le pertenezca siempre algo así como un mundo abierto. Así como en la unidad de la temporización de la temporeidad el presente brota [o salta fuera] del futuro y del haber-sido, así también, cooriginariamente con los horizontes del futuro y el haber‐sido, se temporiza el horizonte de un presente. En la medida en que el Dasein se temporiza hay [o es] también un mundo. Temporizándose en virtud de su ser como temporeidad, en razón de la constitución extático-horizontal de esta última, el Dasein está esencialmente “en un mundo”. El mundo
no está‐ahí ni está a la mano, sino que se temporiza en la temporeidad. “Exsiste”[“ist da”] junto con el fuera-de-sí de los éxtasis. Si no existiera ningún Dasein, tampoco “existiría” un mundo. El fáctico estar ocupado en medio de los entes a la mano, la tematización de lo que está-ahí y el descubrimiento objetivante de este ente, presuponen ya un mundo, esto es, sólo son posibles como modos del estar-en-el-mundo. Por estar fundado en la unidad horizontal de la temporeidad extática, el mundo es trascendente. El mundo tiene que estar ya extáticamente abierto para que el ente intramundano pueda comparecer desde él. La temporeidad se mantiene extáticamente ya [desde un comienzo] en los horizontes de sus éxtasis y, temporizándose, retorna al ente que comparece en el Ahí. Con la existencia fáctica del Dasein comparece
también el ente intramundano. Que semejante ente quede descubierto con el propio Ahí de la existencia no depende del arbitrio del Dasein. De su libertad depende, aunque dentro de los límites de su condición de arrojado, tan sólo lo que el Dasein descubre y abre cada vez, y la dirección, amplitud y modo de ese descubrimiento y apertura. Los respectos de significatividad que determinan la estructura del mundo no son, pues, una trama de formas impuesta a un material por un sujeto sin mundo. Por el contrario, el Dasein fáctico, comprendiéndose a sí mismo y comprendiendo, a la vez, en la unidad del Ahí, su mundo, vuelve desde estos horizontes hacia el ente que comparece en ellos. La vuelta comprensora hacia los entes es el sentido existencial que tiene el dejar que los entes comparezcan por medio de una presentación; y por eso, a tales entes se los llama intramundanos. El mundo está, en cierto modo, “mucho más fuera” de lo que puede estarlo jamás algún objeto. El “problema de la trascendencia” no puede ser planteado en términos de cómo sale un sujeto hacia un objeto (donde se da por supuesto que el mundo se identifica con el conjunto de los objetos). Lo que hay que preguntar es: ¿qué hace antológicamente posible que el ente pueda comparecer dentro del mundo y que, así, pueda ser
objetivado? La respuesta se encuentra en una vuelta hacia la trascendencia del mundo extático-horizontalmente fundada. Si el “sujeto” se concibe ontológicamente como un Dasein que existe y cuyo ser se funda en la temporeidad, será necesario decir que el mundo es “subjetivo”. Pero entonces ese mundo “subjetivo”, en cuanto tempóreamente trascendente, es “más objetivo” que todo posible “objeto”. La reducción del estar-en-el-mundo a la unidad extático-horizontal de la temporeidad hace comprensible la posibilidad ontológico‐existencial de esta constitución fundamental del Dasein. Junto con eso, se nos hace claro que la elaboración concreta de la estructura del mundo en general y de sus posibles modificaciones sólo podrá emprenderse cuando la ontología del posible ente intramundano se haya orientado de un modo suficientemente seguro por la idea del ser en general, una vez que ésta haya sido aclarada. La posibilidad de la interpretación de esta idea exige la previa dilucidación de la temporeidad del Dasein, que es la finalidad de la presente caracterización del estar-en-el-mundo.

1 comentario:

Rafa dijo...

Hard: creo que te va a interesar este post de Tapera sobre Laclau:

http://tapera.info/?p=288

Un abrazo.