VIVIMOS TODOS AL PEDO
Como siempre, parece que durante la atroz dictadura militar, el país se paro. Que un actor con el chupetometro y haciendo de colimba, colaboraba a blanquear la imagen de los desaparecidos y conquistar la simpatía del público espectador que a raudales corría a ver los estrenos del Cómico. Record de recaudaciones y sobre todo, que detrás del cada chupete hay de trasfondo una picana, o un submarino. El flequillo de Carlitos Bala, también remedando al de Los Beatles era para confundir a aquella juventud no comprometida, que seguidora del cambio revolucionario de John Lennon veía proyectada en su ternura la fiesta revolucionaria pero mitigada en un simplismo exacerbado. Entiendo porque Sandra Ruso, odia a la Patria, porque a punta de Fusil, le obligaron a ponerse la escarapela, (yo pensaba para mis adentros, ¿no la odiaría ya por no ponérsela en fiestas patrias y el fusil le dio la excusa que buscaba? En fin, pobre Carlitos Bala y pobre todos aquellos que tuvimos que vivir la dictadura. Algunos desde su lugar de trabajo, otros desde alguna trinchera, otros sosteniendo como se pudiera las estructuras gremiales. Recuerdo, que una de las cosas más lindas que sentí durante esa época fue que la dictadura saco la afiliación obligatoria de los trabajadores, por lo que dicto un decreto que obligaba a todos los trabajadores de los gremios a ratificar o rectificar la afiliación. En mi gremio lo hicimos y ningún trabajador se desafilio. Había una resistencia pacífica a la dictadura, que la historia oficial no cuenta. Parece que solo los sub treinta con sus historias de horror y muerte poseen la verdad revelada de los ilustrados comentaristas de época, como si los que escribimos la historia fuéramos de palo.
Que sería de Moyano sin Ricardo Pérez y la CGT Brasil, o de Piumato sin la figura de Ubaldini, o de Viviani a la hora de fortalecer el sindicato de Peones de Taxi cuando el Ronco García, el referente máximo del peronismo gremial en la dictadura, manejaba el Sindicato de Taxistas de la Calle Sarmiento casi Juan B. Justo. Y ese sindicato era una pocilga en una esquina de la Calle Solís. Quien se acuerda de Mico, de Goyeneche, de Cladera, de Pedro Eugenio Álvarez, del Flaco Dis Rey, y de una larga lista de pequeños dirigentes de sindicatos no intervenidos. Que ya murieron o pasaron a cuarteles de invierno. Un Lesio Romero con que Cladera alquilaron a balanzas Blanco la Casa Histórica de la Calle Brasil donde Funciono la CGT Brasil. Con Ubaldini, la Comisión de los 25, los No Alineados y los independientes. Nadie recuerda, ni Digon que fueron ellos los que inauguraron la Cárcel nueva de Caseros, ya abandonada. Los que fueron presos a Coordinación Federal. Los que fueron llamados por el Gral. Camps por hacer el primer acto político en la pcia Buenos Aires, que fue en La Plata en el Sindicato de Vareadores. Ni se recuerdan cuando fue el amago de la guerra con Chile por el Beagle, la responsabilidad de evitar conflictos que nos dieron a todos para no tener que reprimir a los trabajadores que nos reunieron a todos como ganado en la Tablada. Y puedo seguir contando historias hasta aburrir al lector. Porque esta gente cree que no había que transitar estos años. Que había que dejar todo parado, que no había que sostener la continuidad histórica de la estructuras del movimiento, por el cual luchamos y logramos nuestras conquistas.
Está claro que Carlitos Bala, dejo las huellas terribles de la represión en cada uno de nuestros niños, ahora, de los que enfrentaron a la dictadura para que hoy gocen ellos de el merito de poder decir lo que quieran, ni justicia.
Creo que Bala se merece en nombre de todos los que pudieron llevar el país adelante durante esos años terribles el mejor de los premios.
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