A proposito de Iribarne Embajador del Vaticano
Mi amigo Brenner vivía en San Pablo, Brasil. Nacido como yo en Villa Crespo, éramos amigos de la Hebraica desde chicos. Luego fuimos de Grandes remeros del Hacoaj en Tigre, ahora nos gusta la buena comida y el trago. Amigos de respetar las tradiciones, pasábamos con nuestros padres polacos las mañanas en San Bernardo, el Bar de Corrientes casi Gurruchaga donde rigurosamente hablaban Ydish. Con Chiche, solíamos jugar al billargol, ya que el local era enorme, y entre tangos de Pugliese y un poco del Karanka Yema todo fluía hasta que íbamos a la sinagoga de la Calle Camargo a cantar. Sobre la Calle Corrientes, casi Serrano, estaba Dorin, nadie en casa tocaba nada los sabatt, era pecaminoso tocar nada, así que ver lupines y saracas, verenikes, y demás alhajas para mi estomago eran una maravilla. Así que de Retorno de la Sinagoga mi padre solía comprar un poco de comida que distribuía con un poco de pan ácimo entre nosotros en la comida frugal. Chiche estaba gordo, las feijoadas le venían bien en Brasil, cuando venia a la Argentina quería un buen asado Kosher, bien ligado con un poco de chimi. Sabia que en Dorin los chorizos no eran de Cerdo, porque un chori es un chori, pero Dorin sabia que el chancho es el chancho. Me comprenden. Así que cuando Dorin se paso a la vereda de enfrente, aggiornada por la gran competencia de las grandes rotiserias que hasta cambio la vieja pizzería Nápoles de mostradores de mármol blanco como eran antiguamente, a causa de los Mc Donals y los Burger Kings y Fats Foods que inundaban la zona, las grandes parrillas de Dorin, comenzaron sin macula a cocinar lechones. Mis paisanos pasaban arrobados mirando las pequeñas bestias impías quemándose milagrosamente a las brasas, pero una fiel tradición les impedía probar semejante oprobio, así que cuando en Gurruchaga, abrió una Sinagoga mas progresista y Chiche lo supo una vez que vino porque le contó su sobrino, que no había viajado nunca a Israel, se me ocurrió contarle que ahí había un rabino que se dedicaba a matar chanchos kosher para la Rotiseria Dorin. A Chiche le brillaban los ojitos, salimos del bar. De Scalabrini Ortiz y Corrientes donde estábamos tomando café y enfilamos directo para la rotiseria, se paro en la vidriera donde estaban los lechones asándose, eligió uno, sobre todo por la piel dorada y seca, le pregunto al asador si era kosher, el boliviano que no entendía nada, le dijo que si, yo le palmee la espalda y le dije, Chiche, es la tuya, y no te olvides del chimi, un buen lechón sin chimi es como nada. De ahí luego de pesado y comprado el animalejo, salimos como disparados hacia su departamento en Araoz y Castillo. En el ascensor quedaba el aroma, siendo la hora propicia para que todos nos odiaran. Que quieren que les cuente de mí. Preferí creerme la historia del Rabino que mataba los lechones Kosher, no me la podía perder. Chiche después supo que lo había engañado, pero en realidad no me recrimino nada, siempre que viene del Brasil me manda un mensaje de texto al teléfono y me pide un lechón, que lo pague yo, y por supuesto, matado Kosher, tal cual yo sé que el rabino lo hace.
3 comentarios:
"Un buen lechón sin chimi" es como una novia sin tetas.
Magnífica historia!!!
Ojos que no ven Dios que perdona.
Gracias, me encanto la historia, hubo muchos clientes que pedian el lechon Kosher a escondidas, gratitud de algunos reprimenda de otros, se siguio vendiendo, no tanto como el pastron, pero tuvo su lugar durante años, un abrazo, Mauricio Dorin.
Muchas gracias por la historia, he vivido mil anecdotas por vender lechon en la Rotiseria, pero tenia tantos adeptos que no pudimos bajarlo nunca del menu, un abrazo, Mauricio Dorin.
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