EL DISCURSO UNICO Y VERTICALISTA. LOS ALCAHUETES
Opinión
El resultado de una ley anticuada
Miguel Pichetto
Para LA NACION
La crisis en la que Martín Redrado pretende sumir con su actitud al gobierno nacional tiene sus raíces en el pasado económico argentino, que hizo eclosión en la grave crisis de 2001.
Lo que hoy ocurre confirma que el país sufre una rémora propia de una legislación que indudablemente debería haberse caído con la convertibilidad. Es necesario pensar una reforma de la carta orgánica del Banco Central, ya que le otorga prerrogativas que no son coherentes con la autonomía que debe tener todo gobierno democrático. Dicho de otra manera, es imprescindible remediar la actual situación en la que el Banco Central, sea quien fuere su titular, puede ubicarse por fuera y, como ocurre ahora, en oposición a las decisiones del Poder Ejecutivo. Que esto ocurra es efectivamente un dislate.
Los actos del Banco Central tienen que tener un anclaje en la política económica que el gobierno nacional define para el país. En consecuencia, se torna imprescindible pensar en una reforma de la carta orgánica del banco. Del mismo modo, es igualmente necesario que esta institución esté en manos de personas que acrediten una sólida formación técnica y probada capacidad para la tarea primordial que deben llevar a cabo: el cuidado de las reservas monetarias de la Argentina. Pero ello implica que su presidente y directorio desarrollen esa función en línea con el proyecto de país del gobierno elegido democráticamente por el pueblo, y no contra él.
La crisis que con su actitud promueve Redrado se veía venir. Así lo expresamos desde el oficialismo en el Congreso de la Nación la semana pasada, al tratar la creación del Fondo del Bicentenario. Y es verdaderamente lamentable que algunos funcionarios, como en este caso, pretendan no ser parte del gobierno nacional cuando se deben tomar decisiones políticas complejas.
Es clave y urgente discutir la cuestión principal, que va más allá de los nombres, ya que de lo que se trata es de la subordinación a la política económica nacional de una institución clave como el Banco Central, que no puede actuar a espaldas o en contra del gobierno elegido democráticamente. De hecho, con su actitud, Redrado pone en cuestión el principio de autoridad de la Presidenta, lo que constituye un andarivel muy complicado y puede tener consecuencias desestabilizadoras.
El autor es presidente del bloque del PJ en el Senado
El resultado de una ley anticuada
Miguel Pichetto
Para LA NACION
La crisis en la que Martín Redrado pretende sumir con su actitud al gobierno nacional tiene sus raíces en el pasado económico argentino, que hizo eclosión en la grave crisis de 2001.
Lo que hoy ocurre confirma que el país sufre una rémora propia de una legislación que indudablemente debería haberse caído con la convertibilidad. Es necesario pensar una reforma de la carta orgánica del Banco Central, ya que le otorga prerrogativas que no son coherentes con la autonomía que debe tener todo gobierno democrático. Dicho de otra manera, es imprescindible remediar la actual situación en la que el Banco Central, sea quien fuere su titular, puede ubicarse por fuera y, como ocurre ahora, en oposición a las decisiones del Poder Ejecutivo. Que esto ocurra es efectivamente un dislate.
Los actos del Banco Central tienen que tener un anclaje en la política económica que el gobierno nacional define para el país. En consecuencia, se torna imprescindible pensar en una reforma de la carta orgánica del banco. Del mismo modo, es igualmente necesario que esta institución esté en manos de personas que acrediten una sólida formación técnica y probada capacidad para la tarea primordial que deben llevar a cabo: el cuidado de las reservas monetarias de la Argentina. Pero ello implica que su presidente y directorio desarrollen esa función en línea con el proyecto de país del gobierno elegido democráticamente por el pueblo, y no contra él.
La crisis que con su actitud promueve Redrado se veía venir. Así lo expresamos desde el oficialismo en el Congreso de la Nación la semana pasada, al tratar la creación del Fondo del Bicentenario. Y es verdaderamente lamentable que algunos funcionarios, como en este caso, pretendan no ser parte del gobierno nacional cuando se deben tomar decisiones políticas complejas.
Es clave y urgente discutir la cuestión principal, que va más allá de los nombres, ya que de lo que se trata es de la subordinación a la política económica nacional de una institución clave como el Banco Central, que no puede actuar a espaldas o en contra del gobierno elegido democráticamente. De hecho, con su actitud, Redrado pone en cuestión el principio de autoridad de la Presidenta, lo que constituye un andarivel muy complicado y puede tener consecuencias desestabilizadoras.
El autor es presidente del bloque del PJ en el Senado
REFLEXIONES
Para El Senador Pichetto ser Funcionario, cualquiera sea el método de elección, o reglamentación que lo ligue parece que le importa un bledo lo que piense, sienta u opine. Sus criterios son secundarios, sus convicciones no cuentan a la hora de manejarse con las Cartas Orgánicas, los Estatutos o las Reglamentaciones que debe rendir ante la ley como funcionario por el simple acto de la obediencia debída a la presidente (o al presidente del gobierno) ya que ha sido elegido democráticamente. El mismo discurso pelotudo de los chicos que fueron a panfletear el Banco Central. El concepto básico es que ser funcionario del Estado para el Senador Pichetto hay que ser parte del Gobierno Nacional cuando se deben tomar decisiones políticas complejas. Reducido a lo concreto hay que darles el fondo de Bicentenario porque se les canto los pinreles.
Como Redrado, como considero en su momento Fernández que el fallo del Juez en Aeronavegantes era anticonstitucional, espera el fallo de la corte, las consecuencias para Pichetto son desestabilizadoras. El viejo fantasma de que si no se hace lo que yo quiero están conspirando. Demuestra que están en un discurso político cerrado, agotado, que no tiene variantes para resolver el dialogo con los que tienen planteos inteligentes y que los sorprenden con lo que no habían pensado. Por lo tanto solo pueden atacar, pelear y denostar. Cuando son simplemente pendencieros que quieren que se haga todo a su antojo pasándose la ley, las Cartas Orgánicas y los reglamentos por la quilla, sin más. Cuando aparece alguno con pelotas y dice no, obviamente es un traidor. No son otra cosa que unos pobres tipos que no tienen variantes más que decir que solo conspiran para tirarlos abajo cuando son ellos mismos los que no saben qué hacer. En tanto los Kirchner, usan sus peones para mover las piezas a su antojo. Aún no han abierto la boca.
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