El nuevo concepto de “democratizar la palabra” es
sinceramente un humo, más cercano a Carusso Lombardi, que a la realidad de las
cosas.
Democratizar la palabra es quitarle algo con la mera adjetivación,
es suponer que la palabra es mucho mas que un concepto que nombra una cosa. Por
el contrario, no hay nada si no hay palabra. Seguro que algún mal entendedor dirá
que existe la PALABRA ANTIDEMOCRATICA. En realidad desde el Evangelio de San Juan
su primera línea dice que: “En el Principio era la Palabra”. Más allá de la
creencia en esos textos, el significado, es que hay cosas porque hay palabras,
porque las podemos nombrar con las palabras. Antes de la creación nada, aún el
infinito que sin poder nombrarlo, es realmente nada.
Debemos entender que al pensamiento mostrenco, democratizar
la palabra es, de alguna manera, una preceptiva que ira demonizando algunas
palabras hasta convertir en dogma el sentido de las palabras. En el universo de
la dialéctica pura habrá palabras buenas y malas. Dos tipos de palabras. Ya no habrá
malas palabras por grosería o cacofonía sino simplemente porque un grupo de
sabios de “Carta Abierta” y la Ley de Medios van a ponerlas en orden creando el
verdadero subgrupo de las palabras buenas, luego serán las palabras correctas,
y luego te apliquen quizás alguna ley de censura como para monopolizar la
palabra democrática.
Cuando vemos que se hace nominalismo, podemos entender que
la palabra CEPO puede ser, por esclavista, algo que deba erradicarse del
vocabulario de los medios.
En fin, DEMOCRATIZAR LAS PALABRAS es como querer
democratizar la sexualidad de cada género, pero bueno, para algunas cosas el
progresismo cunde y en otros sentidos son tan dogmáticos como para expresar
desde una ética telúrica que es la palabra democrática y cual no.
Me voy a quedar en primer tema que aborde y de su libro La
Palabra extraer una parte pequeña que Martin Heidegger se encarga de señalar:
El poema apareció por vez primera en la 11.ª y 12.ª entrega de los
Blätter für die Kunst del año 1919. Más tarde (1928), Stefan George lo incluyó
en el último volumen publicado por él y que lleva por título El Nuevo Reino. El
poema está estructurado en base a siete estrofas de dos versos. La estrofa
final no solamente cierra el poema, lo abre a la par. Esto lo evidencia ya el
hecho de que el último verso dice propiamente lo que indica el título: La
palabra. El verso final dice:
Ninguna cosa sea donde falta la palabra.
Surge la tentación de convertir
el verso final en un enunciado del contenido. Ninguna cosa es donde falta la
palabra. Allí donde falta algo hay una carencia, un quitar. Quitarle algo a
algo significa retirarle, hacerle carecer de algo. Carece de significa: le
falta. Allí donde falta la palabra ninguna cosa es. Solamente la palabra
disponible concede ser a la cosa.
Seguro que sus palabras por origen son antidemocráticas. Vaya a saber que nos saldrá a decir Feinmann
sobre el tema sabiendo su odio por el dialogo y mas pendiente de la dialéctica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario